Por: Marga Sanjur. 2016. Especialista en planificación de procesos técnicos de proyectos inmobiliarios.
Curso Avanzado de Cambio Climático y medidas de adaptación. Maestría en Administración de Proyectos de Construcción. Universidad Tecnológica de Panamá.
Nuestro medio ambiente desde el inicio de los tiempos ha sufrido cambios, pero actualmente está presentando impactos, variaciones aceleradas en los patrones tradicionales de comportamiento del clima, al igual que en procesos de los seres vivos o relacionados con ellos, y otros fenómenos. Esto es conocido como “el cambio climático”.
Observamos en nuestro territorio (y el mundo) un aumento de la temperatura climática y del nivel del mar, sequías y radiación, lluvias más intensas, y otros, que se ven acrecentados cada vez más por la intervención humana. Actos como la tala indiscriminada de árboles, contaminación (aguas, suelos y aire), falta de reciclaje, alto consumo de energía y también construcciones mal planificadas y/o ejecutadas, agudizan las inundaciones y provocan daños en los bienes materiales y naturales de las personas, y en su mayoría ponen en peligro muchas vidas.
En nuestro país, en cuanto a las intervenciones humanas en el ramo de la construcción, tenemos claros ejemplos que agravan el problema del cambio climático, las cuales ponen en peligro vidas humanas e impacta fuertemente ciertos ecosistemas. Sobre esto me gustaría describirles un breve panorama.
Por un lado tenemos nuestras playas, que si bien ya contaban con afectaciones producto de la erosión y el aumento del nivel del mar, están siendo víctimas de las infraestructuras hoteleras o urbanizaciones residenciales que no tuvieron la planificación óptima que incluyera los posibles impactos ambientales, medidas de mitigación y compensaciones.
Hay casos de afectaciones marino costeras, que por prometer residencias cercanas a amplias playas de arena plana, se dedicaron a extraer rocas y arena, minimizar cerros y vegetación circundante como manglares y árboles, e inclusive desviar desembocaduras de cursos de agua.
Este es un paisaje lleno de construcciones desorganizadas, que ha producido un cambio acelerado en la forma de la playa. Se muestran desniveles de arena que hacen difícil la caminata, los pobladores sufren el impacto del aumento en la intensidad de las mareas, hay un acortamiento de la playa por la erosión, se ve el mar minimizando los terrenos de las personas y restos de manglares cortados secos por el sol. No se observa la misma población de aves marinas y almejas, que antes abundaban, ahora se observan con dificultad en la playa. (Investigar casos de San Carlos, Nueva Gorgona y Punta Chame).
En muchos casos como este, el producto de estos actos es la afectación de los ecosistemas de manglares, donde se produce el inicio de la vida de muchas especies marinas, afectando también la pesca, que es fuente de subsistencia de la población. Por otro lado, siempre quedan los riesgos de que el mar regrese con fuerza a recobrar su territorio.
En cuanto a la escena de la ciudad, los ríos representan amenazas inminentes por las inundaciones que se dan apenas comienzan a caer las primeras lluvias. En el paisaje original, los pobladores describen un río con su cauce libre, lleno de vegetación y sin construcciones, que en su tramo bajo de cuenca que conecta con el mar contaba con mucha vegetación, humedales, manglares y aves migratorias. (Investigar caso de la Cuenca del río Juan Díaz).
Esta realidad es muy diferente hoy. Lo que comenzó con asentamientos informales y pocas barriadas formales, que convivían con el ecosistema de humedales, pasaron a ser un exceso de construcciones residenciales y comerciales con muy mala planificación urbana, las cuales han incrementado a pasos agigantados las inundaciones peligrosas. Se ve la intervención de la servidumbre libre del río con construcciones, las obras en cauce mal diseñadas (encajonamientos, cambios de cauce natural, zanja, descargas de aguas negras), rellenos para nivelación de terrenos que ahogan a otras comunidades, sumado a la basura, tala y erosión.
Ante ambos casos de intervenciones humanas por construcciones (playa o ciudad), para poder recuperar su paisaje original, gastos invertidos o tan siquiera la seguridad, los viejos o nuevos residentes y hasta los promotores responsables, se enfrentan a innumerables dificultades: una mala planificación urbana, a la organización de entidades gubernamentales con muy poca definición en los alcances de sus responsabilidades, a una legislación con muchos vacíos que aminora sus recursos de apelación y a funcionarios comprados que hacen prevalecer el bienestar privado particular sobre el bienestar popular y público.
Por consiguiente, para evitar estos casos sin resolver y que las personas tomen buenas decisiones, solo podemos dar como sugerencia tanto a las promotoras responsables como a los posibles compradores de bienes inmobiliarios, que investiguen bien antes de desarrollar un proyecto o comprar una casa/oficina/comercio. Toca realizar investigaciones exhaustivas tanto históricas como técnicas.
Del contexto histórico: Buscar en internet al igual que en las entidades, que vean la evolución de imágenes aéreas o planos del área donde piensan asentar su proyecto, cambios en su uso de suelo, historial del clima, vegetación, siniestros y noticias de la zona.
Del contexto técnico: Ver investigaciones realizadas en el área, que el proyecto tenga estudios de suelo, topográficos, estudios hidrológicos y planos de construcción bien hechos.
Los proyectos deben respetar las servidumbres de cuerpos de agua, evitar la tala, promover la reforestación y construcciones amigables con el medio ambiente e impedir la contaminación de aguas. Y como elemento primordial, se debe contar con un Estudio de Impacto Ambiental que contemple certeramente todo el estudio técnico detallado de la zona, con los impactos producidos por el proyecto y las compensaciones que deben hacerse. Y solo entonces, que tomen la decisión de comprar.