Por: Galina Manso Carrazana. 05 de diciembre del 2022.
Curso de Cambio climático y medidas de adaptación. Artículo de opinión. Maestría. Facultad de Ingeniería Civil. Universidad Tecnológica de Panamá.
Los océanos, pulmones azules que abrazan nuestro planeta, bañan nuestras tierras, nos muestran como una gran esfera azul desde el infinito profundo del universo. Los científicos los sitúan en el origen mismo de la vida, tal como la conocemos. A su inmensa vastedad se han arrojado temerarios aventureros, en la búsqueda de tierras desconocidas y lejanas, en la búsqueda incesante de la libertad, en la búsqueda cotidiana de alimentos.
También nos hemos sumergido en sus aguas durante siglos para maravillarnos y asombrarnos, para intrigarnos y aprender de todo un mundo acuático, con complejas ciudades, desfiladeros, jardines, montañas, abismos y, sobre todo, una inmensa diversidad de formas de vida coexistiendo en un perfecto y complejo equilibrio.
Y de los océanos, tenemos los mares, bañando riberas, de acantilados, de costas rocosas, de blancas arenas, de ciudades…
Allí, en una de esas playas de rocas y de blancas arenas, donde las montañas se funden con el mar, se arremolinan algunos de los recuerdos más preciados de mi infancia; en el azul salitre de sus costas, en la transparencia cristalina de sus aguas, en los rayos de sol que se precipitaban ansiosos hasta las profundidades coloridas, llenas de magia y de vida. Aún siento el olor a mar, el sabor a sal, la paz, la felicidad y el asombro de estar entre los arrecifes llenos de vida y de color. Aún escucho a mi padre explicándome cómo respirar por el esnórquel, cómo nadar, cómo contener el aire en mis pulmones y cómo sumergirme entre peces tropicales, corales, algas, estrellas de mar, erizos y todo tipo de criaturas fascinantes para una niña. Era el Jardín de los Corales, en una playa de una isla perdida en el Mar Caribe.
Durante años, desde el exilio, anhelé volver a aquella costa, a aquel mar, tal vez con mi esposo, tal vez con mi hijo, para compartir con ellos toda esa magia, para que mi hijo viviera esa experiencia. Ese anhelo se ha ido diluyendo, haciéndose cada vez más lejano e imposible, la esperanza ha ido desapareciendo, especialmente en los últimos años.

Los arrecifes de corales están muriendo, no solo en aquella isla, sino en todos los mares y océanos del mundo y, con ellos, desaparecen, además de su belleza sobrecogedora, las especies que viven en relación simbiótica con ellos, rompiendo el perfecto equilibrio de los ecosistemas marinos y provocando una cadena de eventos desafortunados que podrían terminar afectando nuestra propia existencia.
Los corales están muriendo, y debería ser un tema de conversación en nuestras casas, con nuestros hijos, con nuestros amigos, con nuestros colegas. Debería ser un motivo de preocupación para todos, no solo para la comunidad científica directamente relacionada con esta área de estudio.
No son suficientes los acuerdos en blanco y negro llenos de firmas internacionales. No es suficiente llenar el expediente de responsabilidad ambiental, cumpliendo con unos números fríos de cálculos de bonos de carbono. No es suficiente figurar ante la sociedad, con soluciones poco eficaces y sostenibles en el tiempo, por estar al día con lo política y ambientalmente correcto.
Para lograr un cambio profundo y eficaz, que produzca soluciones a largo plazo, debemos primero conocer, informarnos, valorar y entender cuál debe ser nuestro rol, qué podemos aportar como individuos en nuestra vida cotidiana.
¿Cómo puede alguien que nunca ha echado un vistazo a través de una máscara de buceo a las maravillas que albergan nuestros océanos, entender su valor? Si bien es cierto que no es algo para todos, resulta difícil de entender que millones de personas puedan habitar este planeta sin tener algún conocimiento o relación con aquello que ocupa el 75% de su superficie, que puedan vivir de espaldas al mar. A aquellos que amamos los océanos, nos corresponde hacer una labor de promoción en todos nuestros ámbitos de influencia.
Para comenzar, he aquí mi aporte:
Los arrecifes de coral están muriendo, es un hecho comprobado, y están muriendo por tres causas principales: El aumento de la temperatura de los océanos, la acidificación de los océanos y la contaminación antropogénica. Las dos primeras causas comparten el mismo origen, el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmosfera, que durante los últimos años se ha incrementado a una velocidad sin precedentes, en muy corto plazo, debido al uso de combustibles fósiles y a todos los modelos de producción implantados desde la Revolución Industrial.
El exceso de dióxido de carbono en la atmósfera, en compañía de otros gases, es uno de los principales motivos del efecto invernadero, que es la causa del incremento de la temperatura promedio en la superficie de nuestro planeta, año tras año, de manera constante. Esto incrementa también la temperatura media del mar y estresa a los arrecifes de corales que, como reacción, expulsan a las algas y a otros microorganismos que viven en relación simbiótica con ellos, lo que afecta toda la cadena alimenticia. Esto ha sido denominado blanqueamiento del coral.

Por otro lado, el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera también es absorbido por los océanos, que resultan ser los mayores sumideros de carbono de nuestro planeta. Esto produce una serie de reacciones químicas, que finalmente dan lugar a que el Carbonato, que se encuentra en el agua, esté cada vez menos disponibles para aquellos organismos marinos que lo necesitan para crear sus caparazones, sus conchas, y sus exoesqueletos, tales como, crustáceos, corales, moluscos y algunas microalgas, lo que da lugar a lo que los científicos han denominado osteoporosis global.
Una vez más, esto afecta sensiblemente a muchos organismos que están en la base de la cadena trófica de los océanos, creando una reacción en cadena que repercute negativamente en la disponibilidad de alimentos que tenemos del mar. Además de ello, la capacidad de los océanos de absorber grandes cantidades de dióxido de carbono disminuye, reduciendo su función de sumideros de carbono como mitigadores del cambio climático, manteniendo mayor cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, e incrementándose, por consiguiente, el efecto invernadero.
La tercera causa de afectación de los corales, la contaminación antropogénica, empieza por la gran cantidad de productos químicos que llegan al mar a través de los ríos y escorrentías superficiales y subterráneas, como consecuencia de su inadecuada utilización y del deficiente manejo de desechos. Esta parte de la contaminación es responsabilidad de diferentes tipos de industrias, entre ellas, la agropecuaria, es especialmente dañina. La otra parte importante de la contaminación es la provoca cada uno de nosotros, no solo por la forma en la que contaminamos nuestras costas y playas, sino también por la forma en la que producimos y disponemos desechos a muchos kilómetros de las costas, que finalmente van a parar a los ríos y al mar.
Entonces, eso es en resumen lo que está ocurriendo con los arrecifes coralinos, como consecuencia del cambio climático acelerado que estamos sufriendo, y de la contaminación que estamos provocando.
¿Qué podemos hacer como individuos?
Primero, tener presente en nuestro día a día que cualquier actividad cotidiana que incluya el uso de combustibles fósiles, de manera directa e indirecta, aporta mayor cantidad de dióxido de carbono a nuestros océanos. En la medida que lo tengamos presente, podemos tomar pequeñas decisiones cotidianas para evitar o disminuir nuestro impacto negativo, lo que nos permitirá, de manera conjunta, crear un impacto positivo y mitigador. El mismo razonamiento se aplica a todos productos que utilizamos y a la manera en la que disponemos nuestros desechos. Cuando todos tengamos presente el impacto que podemos causar, a la hora de escoger un producto menos contaminante, o al escoger reciclar en lugar de desechar, o a disponer nuestros desechos de la manera correcta, se producirá un cambio importante en nuestra relación con el planeta.
Pero para realmente tener una preocupación legitima, consciente y honesta por nuestro planeta, en el caso que nos preocupa, específicamente, por nuestros océanos, debemos empezar por conocer su gran importancia objetiva y subjetiva en nuestras vidas. Y si, por algún motivo, no logramos salvar esa maravillosa biodiversidad que albergan, debemos hacer lo posible por disfrutarla, mientras aun exista.

Así que, tomen una máscara y un esnórquel, diríjanse a una playa de aguas cristalinas y enséñenles a sus niños cómo respirar por el esnórquel, cómo nadar, cómo contener el aire en sus pulmones, cómo sumergirse entre peces tropicales, corales, algas, estrellas de mar, erizos y todo tipo de criaturas fascinantes marinas.
Comentarios revisores
- “Muy lindo y fundamentado. Me ha gustado porque trata el tema desde la parte emocional, la más importante porque es la que puede permitir que se le dé solución, y la parte científica, porque se razona de manera clara las causas y las consecuencias. Me ha gustado mucho el final porque hay que intentar que la gente, toda la gente, ame el mar como lo que es, fuente de vida, no porque sea divertido pasar un día en la playa tomando el sol.
Es muy importante la labor educativa, enseñar a los niños a amar el mar, conocerlo y comprender que dependemos de él, no solo con películas y explicaciones sino con actividades presenciales, algo que, en el caso de Panamá, estando rodeado de océanos no se atiende como debería”
Ángel Gutiérrez Díaz, Arquitecto y amante del mar. - “En este artículo se trata el problema del deterioro del ecosistema marino desde dos puntos de vista: el científico y ecológico y el humano.
La autora parte resaltando el nexo del ser humano con el océano en su relación de origen, dependencia material y conexión sentimental.
Posteriormente, enumera los cambios que están ocurriendo en los océanos y abunda en su gravedad y las consecuencias para la vida en el planeta y para la supervivencia del hombre en el planeta.
La autora concluye que, sin este enfoque humanista y hasta sentimental de los problemas que afectan a la vida en los océanos, las medidas y tratados para contener y contrarrestar su deterioro se convierten en meras acciones burocráticas, en la mayoría de los casos sin consecuencias objetivas.
Es importante este llamado porque, a pesar de constituir la mayor área del planeta, los océanos no son reconocidos en su importancia por la mayoría de la población mundial que vive concentrada en las grandes urbes.
Solo mediante este enfoque se puede lograr el involucramiento de todos, especialmente de las nuevas generaciones.”
Leopoldo Manso Broce, Investigador Científico - “La autora refleja en este escrito una gran sensibilidad humana ante los problemas del cambio climático, especialmente de los océanos.
Enlaza la parte científica con la parte humana, llegando a una comprensión mayor del problema, acercándolo a la persona común.
El enfoque ecológico toma las múltiples relaciones e interacciones entre los diversos factores del ecosistema de los océanos y las reúne como un todo.
Este artículo también refleja un gran amor por todos los seres vivos en toda su biodiversidad y complejidad.
Es un escrito necesario para sensibilizar a toda la sociedad de la importancia de los océanos para nuestra casa común.”
Martha Carrazana, Profesora de Química