Eva Valdés. 2017 (31 de julio).
Curso Avanzado de Cambio Climático y medidas de adaptación. Maestría en Ingeniería Ambiental. Facultad de Ingeniería Civil. Universidad Tecnológica de Panamá.
Panamá tiene una superficie del territorio istmeño de 75 517 km2, estando rodeado de océanos con una longitud de costa de 2 988,3 km. Al litoral Pacífico corresponde la mayor parte con 1 700,6 km2, o sea el 2,25 % del territorio nacional.
Hacemos esta introducción para un pequeño caso de estudio, desde el Área de uso múltiple de la bahía de Chame, Nueva Gorgona y parte de la zona de playa de San Carlos. Aunque estas dos últimas no son áreas protegidas, como limitado territorio, presentan igual o mayor problemática ambiental.
Hace pocos días tuvimos la oportunidad de visitar áreas de las costas del Pacífico para realizar un proyecto de investigación para la materia de Cambio Climático, adicional, se realizó una gira que permitió ampliar más las observaciones con respecto a la situación actual de estas áreas.
Traemos a colación este título por la experiencia que se tuvo durante solo unos días. Sin embargo, los cambios que ha sufrido la franja desde el corregimiento de Cermeño hasta San Carlos, han sido constantes e impactantes.
Por ejemplo, el área de la bahía de Chame permite el desarrollo de actividades económicas, que, para los lugareños, la que mayor uso tiene es la pesca, luego la producción de carbón y por último la agricultura, mientras que para el área de Nueva Gorgona y San Carlos, su primordial actividad, es la pesquera. Adicional a esto, no se puede dejar atrás las grandes inversiones de proyectos inmobiliarios que se desarrollan y que directa e indirectamente también generan un nivel de ingreso a las comunidades de la zona costera, pero compiten por los suelos marinos-costeros y la cobertura de bosques de mangle que existen en la franja.
Todos estos procesos que se llevan a cabo se interrelacionan en el aprovechamiento de los recursos, los servicios ambientales que nos ofrece la naturaleza, el impacto que genera el uso inadecuado de los mismos y su añadidura a la huella del cambio climático.
Cierto es que, cada día, son más las personas que sienten los cambios paulatinos que van afectando su diario vivir, y esta área de estudio en la que nos enfocamos, es una de ellas; lo que aumenta su vulnerabilidad a sucesos climatológicos y la capacidad natural de afrontarlos. Esto se traduce, a lo que se pudo observar esta semana, en avisos de prevención por parte del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC), por las condiciones de mar adverso, aumentando el nivel de las mareas con olas de hasta 10 pies (3,048 m) y vientos máximos de 37 km/h en el Pacífico panameño, hasta el 30 de julio del presente año. Los habitantes de estas áreas pudieron percibir y manifestar la realidad de este fenómeno. Producto del evento climático y del riesgo que se toman algunos bañistas, se reportó un accidente mortal de un surfista. Además de esto, grupos de pobladores reconocen los cambios que la naturaleza está teniendo, principalmente en el aumento del nivel del mar y en la obtención de especies marinas para el consumo y venta. Sin embargo, no todos relacionan que, como ellos han llevado sus actividades, ha influenciado en esto, sino más bien, atribuyen estos efectos a las construcciones de hoteles, residencias y apartamentos, entre otros.
Pero hagamos un pequeño paréntesis. Toda actividad de desarrollo también puede tener un impacto poco positivo en otros aspectos, pero a la medida que se tomen las pautas correspondientes, estos efectos serán menos. En tanto, en este caso, la mayor influencia en los cambios de la naturaleza presenciados por los pobladores ha sido por el desmedido desarrollo de construcciones en la zona de playa, que al mismo tiempo ha ido desplazando otras actividades de menor impacto, hasta la restricción y, en muchos casos, hasta el uso exclusivo de las áreas de recreación para sus proyectos.
¿Qué tan importante es esto? Los vistosos y hermosos paisajes que relajan se están perdiendo. Los hábitats y nichos de especies marinas son cada vez más escasos, por lo tanto, la avifauna está desapareciendo. Se ha ido reduciendo la superficie de playa o de contención, en el caso de los acantilados y bosques de mangle, que ofrecían protección contra las mareas altas o los fuertes oleajes. Cada día tenemos menos acceso a playas que se pueden disfrutar, y un aumento en inundaciones y vientos fuertes.
Estimados, estamos aportando al aumento de la vulnerabilidad y eso nos afecta a TODOS. Conozcamos un poco nuestro alrededor, así entenderemos la importancia y el valor que tiene cada elemento en la naturaleza y en nuestras vidas. Debemos ser un poco turistas de nuestro país, dar a conocer las cosas que pasan y participar activamente en la defensa de nuestro patrimonio y hogar.
Existen diferentes actividades que podemos realizar, de manera que logremos aportar a la reducción de los impactos, porque el cambio climático es natural, sin embargo, nuestros consumos y actividades contribuyen a la aceleración de todos estos procesos. La educación, como eje transversal en todos los niveles, nos permitirá identificar las medidas de adaptación o de adecuación dentro de nuestras actividades.
Hagamos escuchar nuestra voz y las de aquellos que no pueden, utilicemos nuestras influencias para promover las buenas prácticas, compartamos nuestros conocimientos. Somos un todo y todos tenemos derecho de disfrutar de este país.