Por: Juan David Arosemena. 2015 (abril).
Gira/Relato. Curso: Ecosistemas. Programa de Maestría en Ingeniería Ambiental. Facultad de Ingeniería Civil. Universidad Tecnológica de Panamá. Panamá.
Es apenas la segunda vez en mis 24 años de vida que decido pasear en “Semana Santa” y, definitivamente, la primera vez que un “Viernes Santo” decido madrugar para manejar un aproximado de tres horas y treinta minutos hasta llegar a mi destino. La comunidad de La Laguna, en el distrito de Calobre, provincia de Veraguas, mejor conocido como “Reserva Forestal La Yeguada”.
Todo inició en una barbacoa social. Mis amistades y yo queríamos conocer, queríamos aprender, en fin, queríamos aventurarnos. Fue entonces cuando “La Yeguada” se hizo conocer. Aprovechando que la semana laboral solo duraría tres días, planeamos pasar una noche en la reserva. Preparados con tiendas de acampar, linternas, vestidos de baño y una barbacoa, emprendimos un viaje en caravana.
Largo y agotador pero a medida que íbamos subiendo las montañas de la cordillera Central de nuestro país, la temperatura era más agradable, marcando casi ocho grados centígrados menos que en la ciudad. Y entre más avanzábamos, más bosques de pinos empezaban a adornar la vista y con ellos la laguna aparecía. Fue aquí donde nos detuvimos por primera vez, casi como de instinto, salimos de nuestros carros y como si hubiésemos recibido una orden militar, todos sacamos nuestros celulares y empezamos a fotografiar.
Finalmente llegamos, y los guardabosques de una pequeña cabaña de la Autoridad Nacional de Ambiente salieron y nos atendieron. Volantes y letreros nos informaban que la laguna es propiedad del estado, que la caza es ilegal y que los incendios forestales son constante presión en esta temporada seca. Mostrando nuestras identificaciones, comunicando nuestros propósitos y pagando la tarifa mínima a las autoridades, nos encaminamos entre los pinos y los muchos visitantes que ya estaban gozando de la vista, para observar más de cerca la laguna.
Un fuerte viento, suelos de arcilla casi de color rojo y enormes rocas erosionadas que definían los límites entre la gran laguna y los bosques de pinos que la bordeaban. A un costado una torre sobresalía de la laguna, marcando el nivel de esta, entre otras cosas que a simple vista se podían observar.
Pasada las cuatro de la tarde, luego de reflexionar y de dedicarle tiempo a Jesucristo, iniciamos a gozar de la vista del ecosistema que nos rodeaba. Algunos amigos comenzaban a encender el carbón para la barbacoa, otros ayudaban a instalar las tiendas de acampar y los demás aprovechábamos la luz del sol para darnos un baño en la fría pero agradable laguna.
Al caer la noche, las linternas y la fogata no fueron necesarias, las estrellas alumbraban suficiente como para jugar una partida de “Dominó” y escuchar música suave con una cerveza en mano. Pero el “Off” si fue de alta demanda, a medida que pasaba la noche los insectos aparecían en mayor cantidad, forzándonos a vestirnos con pantalones y camisetas manga larga ya que no solo los insectos afectaban sino que el frío comenzaba a incomodar.
El momento más impresionante, sin duda alguna, fue en la madrugada, justo antes del amanecer. Por necesidades fisiológicas, me vi forzado a interrumpir mi agradable sueño y al salir la vi, una luna llena. Justo un día antes del tan anunciado fenómeno “Luna Roja”, pude observar como la misma se posaba sobre la laguna todavía alumbrada por las estrellas. Un poco de neblina cubría la parte alta de las montañas y la brisa podía escucharse rozar sobre la corteza de los pinos. Un momento que no necesito de fotografías, digno de admirar y solo recordar.
A la mañana siguiente limpiamos, guardamos y nos despedimos de la laguna. Antes de partir de vuelta hacia la ciudad nos dimos un baño en el vecino chorro de la laguna, tristes porque ya pronto un nuevo lunes comenzaba y del paisaje nos teníamos que alejar.
No obstante, el viaje nos dejó con ánimos para seguir acampando, con motivos para seguir conociendo y con ganas de que se acercara otra corta semana para vacacionar dentro de nuestro Panamá.
Hermoso relato. Tuve también la oportunidad de acampar en el sitio, aproximadamente un año atrás… perfecta convivencia con la sabía «Pacha Mama»; mi mejor recuerdo fue escuchar la fuerte brisa correr entre los pinos en horas de la madrugada. Experiencia inolvidable esta; me atrevo a decir que fue una vivencia casi celestial.
Y que amén por ello.
Nota: Conserva limpios e imperturbables los sitios de reservas naturales a los que visitas. Retira tus desechos!
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Gracias, Luisa. A mí también me pareció y sigue pareciendo un hermoso y excelente relato. Ustedes, mis estudiantes, de hoy y de mis años previos, nunca dejarán de sorprenderme y eso hace especial mi día a día y llena de energía mi vida. Gracias!
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