Por: Marlene González. 2018 (noviembre).
Curso de Ciencias Naturales. Licenciatura en Educación Primaria. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Panamá.
Posaba la iguana sobre una rama de un frondoso árbol, debajo del puente de Juan Demóstenes Arosemena en Arraiján. A diario pasaban vehículos, transportes y personas que debían cruzar obligatoriamente el puente para llegar al otro lado. Todos tenían que ver con la iguana. Se admiraban de lo grande y verde que era.
Un día pasaba Adriel, acompañado de su mamá Marlene. Era la primera vez que veía un animal como ese. Quedó sorprendido y paralizado. Parecía un dinosaurio pequeño, de color verde, manchas chocolates y con una enorme cola.
La iguana estaba quieta, totalmente inmóvil, podía lograr confundir a Adriel en medio de las hojas.
La mamá de Adriel, la señora Marlene, dio un paso al frente para que él pudiese observar detenidamente a la iguana, y pudiese saciar todas sus curiosidades. Pero la iguana al sentir la presencia más próxima de Adriel y su madre, se sintió en peligro y se movió rápidamente y subió a la copa del árbol logrando esconderse más entre las hojas del árbol. Adriel y su madre la perdieron de vista y ella pudo sentirse a salvo. Las iguanas siempre temen ser cazadas.
La madre de Adriel, se sintió tan mal por asustar a la pequeña iguana. Solo deseaba que Adriel la pudiese conocer más cerca.
¡Disculpa!, le gritó la madre de Adriel a la iguana, solo deseaba que mi hijo te conociera mejor.