IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA SANIDAD VEGETAL: PLAGAS Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

Por: Carlos Magallón, Fernando Fernández, Galia Flores y Yarelis Jaramillo. 2020.

Curso avanzado de Cambio climático y medidas de adaptación. Maestría en Ingeniería Ambiental. Facultad de Ingeniería Civil. Universidad Tecnológica de Panamá.

INTRODUCCIÓN

Actualmente el 40 % de los cultivos alimentarios mundiales se pierden cada año a causa de plagas y enfermedades vegetales, esto hace que millones de personas sufran hambre y perjudica gravemente la agricultura, el principal medio de vida de las comunidades rurales.

Las plantas son la base fundamental para la vida en la tierra, y son el pilar más importante de la nutrición humana. Nos proporcionan el 80 % de los alimentos que consumimos y producen el 98 % del oxígeno que respiramos. El cambio climático ha entrado a jugar un gran papel en esta problemática: la diferencia de temperaturas, la humedad y los gases de la atmósfera modifican el crecimiento y la capacidad con que se generan las plantas, los hongos, y los insectos, alterando la interacción entre las plagas, sus enemigos naturales y sus huéspedes.

Al igual que sucede con la sanidad humana, proteger las plantas frente a plagas y enfermedades es mucho más rentable que lidiar con graves situaciones de emergencia sanitaria. De hecho, en muchos casos es imposible erradicar las plagas que afectan a las plantas una vez que se han consolidado y su tratamiento es costoso en cuanto a tiempo y dinero. Por consiguiente, la prevención es fundamental para evitar los efectos devastadores de las plagas en la agricultura, los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria.

Desarrollar y apoyar la aplicación de normas internacionales para medidas fitosanitarias es la actividad principal de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF). La adhesión a las normas de la CIPF, significa que los riesgos de plagas se gestionan con eficacia, garantizando así un comercio seguro y eficiente de plantas y productos agrícolas y ayudando a los países desarrollados y en desarrollo a acceder a nuevos mercados.

1. IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA SANIDAD VEGETAL

1.1 Sanidad vegetal

¿Alguna vez te has puesto malo y has tenido que ir al médico? Tarde o temprano, nadie se libra de visitar el centro de salud: una gripe, una alergia, unas vitaminas, un análisis de sangre… Incluso, antes de ponernos malos nos vacunan y nos dan pautas para llevar una vida sana. Salud y enfermedad van de la mano, y afortunadamente en nuestro entorno disponemos de médicos y medicinas que cuidan de nosotros para que estemos sanos.

En las plantas que cultivamos ocurre algo parecido. En vez de médicos tenemos “fitopatólogos”, que son los expertos en las enfermedades de las plantas. Como no hay farmacias para plantas son las empresas de insumos agrícolas las que facilitan los productos al agricultor y también le asesoran sobre qué producto utilizar en cada momento y cómo hacerlo para asegurar la salud del cultivo.

Figura 1. Las plagas dañan las plantas.

A las medicinas de las plantas se les conoce popularmente por un nombre muy genérico y poco afortunado: pesticidas. Quizás sería más adecuado decir plaguicida, aunque realmente la palabra que mejor identifica a los productos destinados a garantizar la salud de las plantas es “fitosanitario”.

A la hora de cuidar nuestra salud o la de nuestros cultivos, hay algunas cosas en común, como prevenir y utilizar correctamente los medicamentos. Pero existen también varias diferencias importantes a tener en cuenta para ayudar a los cultivos a crecer sanos. La sanidad vegetal mejora la salud de las personas, sin embargo, a menudo no préstamos mucha atención a este enlace. Lo cual puede resultar devastador. Por ejemplo, la FAO estima que se pierde hasta un 40 por ciento de los cultivos alimentarios debido a plagas y enfermedades de las plantas. Esto deja a millones de personas sin comida suficiente y perjudica gravemente a la agricultura, principal fuente de ingresos para las comunidades rurales pobres.

1.2 Las actividades humanas están alterando los ecosistemas

El cambio climático y las actividades humanas han alterado los ecosistemas, reduciendo así la biodiversidad y creando nuevos nichos donde las plagas pueden proliferar. Al mismo tiempo, los viajes y el comercio a escala internacional se han triplicado en volumen en la última década y pueden propagar a gran velocidad plagas y enfermedades por todo el mundo, causando un gran daño a la vegetación autóctona y al medio ambiente.

Los países invierten grandes cantidades de dinero para erradicar y combatir las enfermedades y las plagas de los animales y las plantas. El cambio climático está creando condiciones favorables para que se produzcan plagas y enfermedades de las plantas y los animales en nuevas regiones, y también está transformando sus vías de transmisión.

Si bien es evidente que el cambio climático está modificando la distribución de las plagas y las enfermedades de los animales y las plantas, es difícil prever todos los efectos de este cambio. La modificación de las temperaturas, la humedad y los gases de la atmósfera puede propiciar el crecimiento y la capacidad con que se generan las plantas, los hongos y los insectos, alterando la interacción entre las plagas, sus enemigos naturales y sus huéspedes.

Las transformaciones que experimenta la cubierta vegetal de la Tierra, como la deforestación y la desertificación, pueden incrementar la vulnerabilidad de las plantas y los animales que quedan ante las plagas y las enfermedades. Si bien a lo largo de la historia con regularidad surgen nuevas plagas y enfermedades, el cambio climático ahora introduce una serie de incógnitas en la ecuación.

Algunas de las transformaciones más espectaculares del cambio climático en las plagas y las enfermedades de los animales probablemente se observarán en los artrópodos, como los mosquitos, las mosquillas, las garrapatas, las pulgas y las pulgas de la arena, así como en los virus de los cuales son portadores. Debido al cambio de las temperaturas y la humedad, las poblaciones de estos insectos pueden extender la zona geográfica donde viven y exponer a los animales y las personas a enfermedades contra las cuales no tienen inmunidad natural.

Figura 2. Ñue, portador del virus de la fiebre maligna catarral.

Otros cambios climáticos pueden crear más oportunidades para las enfermedades transmitidas por vectores. En las zonas de pastoreo, por ejemplo, las condiciones de mayor aridez pueden reducir el número de abrevaderos, lo que incrementará la interacción entre el ganado y los animales salvajes. El aumento de una interacción entre el ganado y el ñu, en África Oriental, podría conducir a un brote grave de fiebre catarral maligna, letal para el ganado, ya que todos los ñúes son portadores del virus de la fiebre.

1.2.1 Protección de los alimentos y los agricultores

Las plagas y las enfermedades siempre han repercutido en la producción de alimentos, ya sea directamente causando pérdidas en las cosechas de alimentos y en la producción pecuaria, o indirectamente por la disminución de los ingresos debida a la insuficiencia de las cosechas de los cultivos comerciales. Hoy en día, el cambio climático y su inestabilidad cada vez mayor exacerban estas pérdidas, y representan una amenaza para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia rurales en todo el planeta.

Figura 3. Cochinillas, plaga muy común en plantas.

Los países en desarrollo que dependen más de la agricultura son los más vulnerables a las transformaciones de hoy en las pautas de las plagas y las enfermedades. Cientos de millones de pequeños agricultores dependen exclusivamente de la agricultura y la acuicultura para sobrevivir. Mientras los agricultores rurales luchan por producir alimentos, las personas pobres de las zonas urbanas cercanas tienen que afrontar una menor disponibilidad de alimentos a precios más elevados.

La economía de los países también sufrirá cuando las nuevas plagas y enfermedades reduzcan el acceso de sus productos agrícolas a los mercados internacionales o incurran en costos más elevados asociados a la inspección, el tratamiento y el cumplimiento de las normas.

1.3 Importancia de proteger las plantas

Al igual que sucede con la sanidad humana, proteger las plantas frente a plagas y enfermedades es mucho más rentable que lidiar con graves situaciones de emergencia sanitaria. De hecho, en muchos casos es imposible erradicar las plagas que afectan a las plantas una vez que se han consolidado y su tratamiento es costoso en cuanto a tiempo y dinero. Por consiguiente, la prevención es fundamental para evitar los efectos devastadores de las plagas en la agricultura, los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria. Desarrollar y apoyar la aplicación de normas internacionales para medidas fitosanitarias es la actividad principal de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF).

La adhesión a las normas de la CIPF, significa que los riesgos de plagas se gestionan con eficacia, garantizando así un comercio seguro y eficiente de plantas y productos agrícolas y ayudando a los países desarrollados y en desarrollo a acceder a nuevos mercados. Debido a la estrecha relación entre la sanidad vegetal y la protección del medio ambiente, la FAO fomenta métodos ecológicos para hacer frente a las plagas, como por ejemplo la gestión integrada. La reducción al mínimo del uso de sustancias venenosas al tratar las plagas no solo protege el medio ambiente, sino que también protege a los polinizadores, los enemigos naturales de las plagas, los organismos beneficiosos y las personas y animales que dependen de las plantas.

1.3.1 ¿Qué pueden hacer los países?

Hay muchas formas en que los Gobiernos pueden proteger la sanidad vegetal y de este modo mejorar la seguridad alimentaria, proteger el medio ambiente y fomentar el comercio. Podemos mencionar entre otras:

  • Promover campañas públicas de concienciación sobre la importancia de la sanidad vegetal y lo que puede hacer cada persona para proteger las plantas.
  • Invertir en organizaciones de protección fitosanitaria y garantizar que dispongan de recursos humanos y financieros adecuados.
  • Invertir más en investigación y en prácticas y tecnologías innovadoras en materia fitosanitaria así como proporcionar incentivos para que el sector privado y los agricultores hagan lo propio.
  • Garantizar que los requisitos de importación fitosanitarios se basen en los estándares de la CIPF y estén justificados desde el punto de vista técnico, sean coherentes con el riesgo de plagas involucrado, representen las medidas menos restrictivas disponibles y resulten en el mínimo impedimento para el desplazamiento internacional de personas, productos básicos y medios de transporte.
Figura 4. Investigación fitosanitaria.

1.3.2 ¿Qué puede hacer el sector privado?

Las empresas del sector privado desempeñan un papel clave en la sanidad vegetal, ya que pueden contribuir a la creación de estándares fitosanitarios mundiales y ayudar a ponerlos en práctica. El sector privado es también un factor de innovación en el ámbito fitosanitario y un actor clave en la producción y protección de plantas y productos vegetales. Entre otras medidas mencionamos:

  • Promover productos y prácticas que respeten el ambiente para la prevención y el manejo de las plagas.
  • Aumentar la seguridad de la comercialización y transporte de plantas y productos vegetales mediante el cumplimiento de las normas y leyes internacionales en materia de sanidad vegetal.
  • Informar a los clientes de que el transporte de plantas y productos vegetales puede propagar plagas y enfermedades de las plantas, a veces con resultados devastadores.

1.3.3 ¿Qué pueden hacer los agricultores y agro negocios?

Las mujeres y los hombres que se dedican a la agricultura son actores clave para proteger la sanidad vegetal. Si usted es agricultor o trabaja en los agro negocios, puede tener una influencia directa en las plantas y ayudar a mantenerlas sanas.

  • Supervisar e informar periódicamente de la aparición de plagas en sus explotaciones agrícolas.
  • Adoptar prácticas de manejo de plagas respetuosas con el medio ambiente, incluidas las basadas en estrategias biológicas que no maten a los polinizadores, así como los insectos y organismos beneficiosos.
  • Aprovechar recursos modernos tales como la tecnología digital, las aplicaciones para dispositivos móviles y los programas informáticos para acceder a información sobre cómo prevenir y manejar las plagas o enfermedades de las plantas o para informar de los brotes.
Figura 5. Evitar el manejo de plaga no amigable con el ambiente.

1.3.4 ¿Qué podemos hacer todos?

Existen reglamentos fitosanitarios en vigor para proteger la agricultura, la silvicultura y el medio ambiente. Por ello, no está permitido transportar muchas plantas y productos vegetales (por ejemplo, semillas, verduras o flores cortadas) sin una autorización oficial. Si usted tiene intención de transportar plantas, póngase previamente en contacto con la autoridad fitosanitaria de su país para asegurarse de no infringir estas leyes. Entre otras líneas de acción se tiene:

  • Tenga cuidado cuando transporte plantas y productos vegetales en sus viajes, ya que se podrían propagar las plagas y enfermedades de las plantas.
  • Actúe con precaución a la hora de comprar plantas y productos vegetales por Internet o mediante servicios postales ya que los paquetes pequeños pueden esquivar fácilmente los controles fitosanitarios habituales.
  • Tome medidas cada día para reducir su impacto medioambiental y participe activamente en iniciativas dirigidas a proteger y gestionar los recursos naturales.

1.4 Protección de la biodiversidad vegetal

1.4.1 Historia El concepto de la protección fitosanitaria internacional se inició en 1881, cuando cinco países firmaron un acuerdo para combatir la propagación de la phylloxera, un áfido norteamericano que se introdujo en Europa alrededor de 1865 y que posteriormente devastó una gran parte de las regiones vitícolas europeas. Las siguientes actividades importante fue la Convención Internacional para la Protección de las Plantas, firmada en Roma en 1929, seguida en 1951 por la adopción del Convenio Internacional de Protección Fitosanitaria, la CIFP, por la Organización para la agricultura y la Alimentación.

Figura 6: FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

La CIPF entre en vigor en abril de 1952 y reemplazó a todos los acuerdos internacionales de protección fitosanitaria previos. En 1989 la reconoció la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio como organización normativa del Acuerdo sobre Aplicaciones de Medidas Sanitarias y fitosanitarias (acuerdo MSF). En 1992 se estableció la Secretaría de la CIPF en la Sede de la FAO en Roma, y se inició su programa normativo internacional, adoptado por la FAO el año siguiente.

En 1995 los miembros de la CIPF pidieron que se enmendara la Convención, con el fin de que reflejase los conceptos fitosanitarios contemporáneos y la función de la CIPF en relación con los acuerdos de la Ronda Uruguay de la Organización Mundial del Comercio, en particular el Acuerdo MSF.

Figura 7. Convenio Internacional para la Protección Fitosanitaria.

En el mismo año la Conferencia de la FAO aprobó la primera de las tres normas internacionales para medidas fitosanitarias (NIMF; que son acuerdos oficiales vinculantes para proteger las plantas y las industrias afines de todo el mundo a través de la lucha contra la propagación de plagas de las plantas.

Mediante el Acuerdo MSF la CIPF proporciona normas internacionales para las medidas fitosanitarias, que los gobiernos aplican para proteger sus recursos vegetales de plagas nocivas, a la vez que se asegura que esas medidas se justifiquen y que no se utilicen como obstáculos injustificados al comercio internacional.

La 29a Conferencia de la FAO, en 1997, adoptó por unanimidad el nuevo texto revisado de la CIPF, que entró en vigor en 2005. El programa de trabajo en curso de la Secretaría de la CIPF se concentra en la elaboración de NIMF, el intercambio de información oficial, así como en creación de capacidad y asistencia técnica.

1.4.2 Perspectiva y Misión de CIPF

  • Perspectiva: Proteger de las plagas los recursos vegetales mundiales.
  • Misión: Lograr la cooperación entre las naciones en la protección mundial de los recursos vegetales contra la propagación e introducción de plagas de las plantas, con el fin de preservar la seguridad alimentaria, la biodiversidad y facilitar el comercio.

1.4.3 Funciones de la CIPF Al proteger los recursos vegetales de plagas y enfermedades, la CIPF ayuda a:

  • Proteger a los agricultores de epidemias económicamente devastadoras.
  • Proteger el medio ambiente de la pérdida de diversidad de las especies.
  • Proteger los ecosistemas de la pérdida de viabilidad y funcionamiento a consecuencia de invasiones de plagas.
  • Proteger las industrias y a los consumidores de los costos del control o erradicación de plagas.
  • Facilitar el comercio mediante la elaboración de normas que reglamenten el desplazamiento seguro de vegetales y productos vegetales.
  • Proteger los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria impidiendo el ingreso y la propagación de nuevas plagas de las plantas en un país.

La Comisión de Medidas Fitosanitarias (CMF) — la reunión de las partes de la Convención— orienta las actividades de la CIPF, que lleva a cabo la Secretaría de la CIPF, establecida en 1992 en la FAO, Roma, Italia.

La Secretaría de la CIPF facilita el intercambio de información entre los países miembros, apoyando así a los miembros en sus esfuerzos para proteger sus recursos vegetales y comercio con seguridad.

1.4.4 Medidas y normas fitosanitarias

Las medidas fitosanitarias son toda legislación, reglamento o procedimiento oficial que tenga el propósito de prevenir la introducción y/o propagación de plagas cuarentenarias o limitar el impacto económico de las plagas no cuarentenarias reglamentadas.

Las Normas Internacionales para Medidas Fitosanitarias (NIMF) se deciden en el ámbito internacional a partir de las medidas fitosanitarias que han sido aprobadas por consenso de la CMF. Las NIMF se ocupan de las plagas invasoras de las plantas, incluidas las malas hierbas que causan daño indirecto a las plantas. Las normas referentes a los desplazamientos de las plagas son aplicables a los vehículos, buques, aeronaves, contenedores, lugares de almacenamiento, el suelo, embalajes de madera y otros objetos que puedan albergar plagas de las plantas. Las NIMF facilitan el comercio seguro proporcionando orientación sobre los procedimientos, las reglamentaciones y los tratamientos que se pueden utilizar para la gestión de riesgos de plagas relacionadas con el desplazamiento internacional de mercancías y el transporte.

Figura 8. Normas internacionales para medidas fitosanitarias.

Las NIMF son reconocidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) para la gestión de riesgos de las plagas asociados al comercio. Se prevé que los miembros de la OMC basen sus medidas fitosanitarias en las normas internacionales elaboradas por la CIPF. Las organizaciones nacionales o regionales de protección fitosanitaria y otros grupos pueden presentar recomendaciones para las normas internacionales a través de la Secretaría de la CIPF. Son elaboradas por los comités técnicos, revisadas por las partes contratantes y aprobadas por la CMF.

En 2012 hay más de 50 NIMF que abarcan cuestiones como la cuarentena de plantas y el comercio internacional; análisis de riesgos de plagas; áreas libres de plagas; materiales de embalaje de madera en el comercio internacional; y protocolos de inspección. Todas las NIMF, incluidas los que están en proyecto y en etapa de consulta, se distribuyen gratuitamente a través del sitio Web (www.ippc.intde la CIPF) o de la Secretaría de la CIPF.

1.4.5 Asociados de la CIPF

  • Los miembros de la Convención, para la elaboración de medidas fitosanitarias para la gestión de las plagas de las plantas.
  • Las organizaciones regionales de protección fitosanitaria, (ORPF) para crear capacidad fitosanitaria y hacer frente a los riesgos asociados con los desplazamientos dentro y entre las regiones.
  • Las organizaciones nacionales de protección fitosanitaria, (ONPF) a través de los gobiernos y las autoridades locales, para responder ante los riesgos fitosanitarios. Expertos Técnicos de los gobiernos de las partes contratantes, para difundir información y conocimientos técnicos a fin de fortalecer la capacidad fitosanitaria.
  • Los exportadores y los importadores, para reducir los desplazamientos de las plagas.
  • Los productores, para aplicar las prácticas fitosanitarias que protegen los medios de subsistencia, el suministro de alimentos, las sociedades y el medio ambiente.
  • La sociedad civil, para acumular conocimientos de capacidad fitosanitaria a fin de proteger la biodiversidad, la vitalidad y conservación de los ecosistemas.
  • Los educadores, para promover los conocimientos técnicos para la evaluación y la gestión de riesgos de plagas, taxonomía, diagnóstico y tratamiento, y crear capacidad.
  • Los medios de comunicación, para crear conciencia de los efectos de las plagas, los riesgos que presentan el comercio y los pasajeros y la responsabilidad de todos en el cuidado de los recursos vegetales para el futuro.
  • Los donantes, para financiar la creación de programas que reducen riesgos de plagas de plantas y fomentan el comercio seguro de vegetales y productos vegetales.

2. EL CAMBIO CLIMÁTICO COMO FACTOR QUE IMPULSA EL SURGIMIENTO Y PROPAGACIÓN DE PLAGAS

2.1 Insectos hambrientos

Según (Deutsch, et al., 2018) para el año 2050, las temperaturas de la temporada de cultivo probablemente superarán las registradas durante el siglo pasado y pueden reducir sustancialmente los rendimientos de los cultivos. Sin embargo, los modelos que evalúan los efectos del calentamiento climático en los rendimientos de los cultivos rara vez consideran los impactos en las plagas de insectos, a pesar de los daños que resultan directamente de las infestaciones de plagas e indirectamente de los pesticidas aplicados para reducir los daños causados por las plagas.

En la actualidad se estudia la relación entre la temperatura, la fisiología y demografía de los insectos para proyectar el impacto futuro de los insectos en la producción de cultivos a nivel mundial, en especial en los principales cultivos de cereales de maíz, arroz y trigo, que en conjunto representan el 42 % de las calorías directas consumidas por los seres humanos en todo el mundo.

Un clima más cálido alterará, al menos, dos características agrícolamente relevantes de las plagas de insectos. En primer lugar, la tasa metabólica de un insecto se acelera con la temperatura, y la tasa de consumo de alimentos de un insecto debe aumentar en consecuencia.

Los insectos son organismos ectotérmicos, la temperatura ambiental constituye un factor clave en la regulación de su desarrollo, por lo que, hasta la fecha, el efecto directo del cambio climático sobre los mismos se ha asociado principalmente a la elevación de temperatura, si bien cambios en el régimen de precipitaciones y la concentración de CO2 atmosférico también puede jugar un papel en este sentido.

En segundo lugar, el número de insectos cambiará, porque las tasas de crecimiento de la población varían con la temperatura. Se espera que estas tasas de crecimiento disminuyan como resultado del calentamiento en las regiones tropicales, mientras que aumentan en otros lugares. Estos efectos son más importantes sobre especies de insectos aéreos, expuestas a una mayor amplitud de cambios ambientales, micro y macroclimáticos, que a las del suelo.

Las relaciones entre la temperatura y las tasas de crecimiento de la población de insectos impulsan el aumento logístico de la población de insectos durante la temporada de crecimiento de cada cultivo, y también escalan la tasa de supervivencia fraccionaria de los insectos durante el resto del año, llamado la diapausa supervivencia.

En la actualidad se tiene un amplio conocimiento de un considerable número de insectos fitófagos (animal que se alimenta de sustancias vegetales) de los que se conoce las características de su desarrollo poblacional y si se encuentra sometido a algún tipo de diapausa (baja actividad metabólica) útil para obtener conclusiones sobre potenciales cambios en su área de distribución asociados al clima.

La diapausa no sólo desempeña un papel fundamental en la sincronización estacional del ciclo de los insectos, sino que también tampona los efectos de los cambios de temperatura, lo que permite que algunas especies de insectos fitófagos estén presentes en amplias zonas geográficas (Moraga, 2011). En base a esta información se proponen los siguientes escenarios donde las tasas de crecimiento de la población varían con la temperatura:

(a) especies de crecimiento rápido, sin diapausa, en general son multivoltinas, responderán al incremento de la temperatura mediante la expansión de su área de distribución.

(b) especies con diapausa no gobernada por bajas temperaturas, que suelen ser multivoltinas o univoltinas, también responderán al incremento de la temperatura mediante la expansión de su área de distribución.

(c) aquellas de crecimiento rápido, en las que la diapausa está inducida por baja temperatura (también multivoltinas o univoltinas), pueden responder al cambio climático con una cierta contracción de su área de distribución.

(d) especies de desarrollo lento, con diapausa inducida por baja temperatura, encontrarán dificultades para expandir su área de distribución y pueden ser afectadas negativamente por el cambio climático.

Figura 9. Pérdidas de producción de cultivos con respecto a la temperatura.

Para cultivos como: trigo, arroz y maíz de la figura 9 muestran que las pérdidas de producción de cultivos aumentan a nivel mundial con el aumento de las temperaturas en todos los modelos climáticos y en todos los parámetros biológicos.

Cuando las temperaturas superficiales medias mundiales aumentan en 2 °C, el aumento medio de las pérdidas de rendimiento debido a la presión de las plagas es de 46, 19 y 31 % para el trigo, el arroz y el maíz, respectivamente, lo que eleva las pérdidas totales estimadas a 59, 92 y 62 metros por años (Deutsch, et al., 2018)

Las tasas de crecimiento metabólico y poblacional de gráfica 1 se derivaron de experimentos de laboratorio en una amplia gama de temperaturas y para diversos taxones de insectos, incluidas las especies de plagas. Las relaciones entre la temperatura y las tasas de crecimiento de la población de insectos impulsan el aumento logístico de la población de insectos durante la temporada de crecimiento de cada cultivo, y también escalan la tasa de supervivencia fraccionaria de los insectos durante el resto del año (diapausa).

2.2 Plagas que crecen

La salud de las plantas y el cambio climático están irreversiblemente relacionados. El cambio climático está influyendo en el movimiento y los ciclos de vida de las plagas de manera impredecible, y, además, puede destruir en si a las plantas debido a eventos climáticos extremos o también a cambios en las temperaturas. En África, por ejemplo, actualmente los eventos climáticos han facilitado un brote de langostas del desierto sin precedentes que han devastado miles de hectáreas de tierra en Etiopía, Kenia, Somalia, y ha llegado hasta Djibouiti y Eritrea, gracias a las lluvias inusualmente intensas y el aumento de la frecuencia de los ciclones en el Océano Índico. La plaga consume diariamente vegetales que podrían alimentar a 35 000 personas.

Para el año 2016 el Ministerio de Ambiente de la República de Panamá, informó este lunes que científicos de varias instituciones han encontrado indicios que una plaga de orugas está atacando la población de manglares de la Bahía de Panamá con tendencias a mermar su espesura. Los manglares afectados eran mayormente los del género Avicennia, comúnmente conocidos como mangle negro.

Las muestras colectadas de origen vegetal y animal, llevaron a que los posibles responsables de la depredación de las hojas del mangle negro, era causa por una oruga de Junonia evarete. Tanto el Ministerio de Ambiente como el Smithsonian Tropical Research (STRI) coinciden en que los manglares están siendo atacados por un insecto depredador, la oruga Junonia evarete, la cual destruye los árboles. Además, el STRI agrega que otros factores, como el cambio de salinidad del agua, pudiera estar debilitando a los manglares y los haría más vulnerables a la oruga. Los investigadores creen que la proliferación de la oruga se relaciona con cambios atmosféricos como el fenómeno del niño, huracanes y el incremento en temperatura.

Nuestro país también ha estado en alerta para combatir la propagación de un brote de hongos que afecta letalmente a las plantas de banano y plátano. La enfermedad, causada por la cepa más reciente del hongo Fusarium, daña las raíces y los tallos de la planta y, aunque no es dañino para la salud humana, puede conducir a pérdidas de rendimiento del 100 %, por lo que es una preocupación importante para los países y las comunidades donde la producción de banano es una fuente crítica de alimentos, ingresos familiares y exportaciones (FAO, 2016).

El patógeno puede transmitirse a través del movimiento de materiales de siembra infestados, tierra contaminada, agua u otros medios físicos como zapatos, herramientas y neumáticos. Una vez establecido, permanece en el suelo durante décadas. Actualmente no hay forma de erradicarlo por completo.

2.3 Formas de propagación

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la propagación de estas pestes ha aumentado drásticamente en los últimos años. La globalización, el comercio y el cambio climático, así como la menor capacidad de recuperación de los sistemas de producción debido a la intensificación de la agricultura durante años contribuyen a ello.

Las plagas y enfermedades de las plantas se propagan principalmente de tres maneras:

 El comercio o los movimientos migratorios de las personas.

  Los factores ambientales y meteorológicos como el viento.

  Los insectos u otros patógenos transmitidos por vectores.

Comisión de Medidas Fitosanitarias (CMF) es el organismo encargado de mantener a raya las plagas y enfermedades de las plantas y garantizar su inocuidad para el comercio. ha aprobado nuevas medidas internacionales para evitar que las plagas crucen las fronteras y se propaguen.

La CMF es el órgano rector de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF) y entre las nuevas normas aprobadas se incluyen:

 Una nueva norma para ofrecer orientación sobre métodos mejorados de fumigación (CMF, 2018):

La norma establece los requisitos de temperatura, duración y cantidad de fumigantes para que la fumigación sea efectiva, y propone soluciones para disminuir su impacto medioambiental (por ejemplo, utilizando tecnologías de recaptura para reducir las emisiones de gases).

 Los Protocolos de diagnóstico que describen procedimientos y métodos para el diagnóstico oficial de seis plagas (CMF, 2018)

Incluyendo la Xylella fastidiosa y la mosca oriental de la fruta Bactrocera dorsalis. Garantizar un diagnóstico correcto es esencial para impulsar intervenciones rápidas con el objetivo de controlar las plagas.

3. CAMBIO CLIMATICO AMENAZA PARA LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

La seguridad alimentaria fue reconocida como un derecho humano durante las cumbres mundiales de la alimentación de 1996 y 2002, derecho que se define así: “La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana.”

Esta definición permite introducir cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria:

La disponibilidad física de los alimentos: corresponde a la oferta, es decir la provisión, el suministro o la existencia de alimentos de calidad adecuada. Esto incluye la producción de alimentos, la infraestructura productiva, los insumos, las cadenas productivas y el comercio neto nacional e internacional.

El acceso económico y físico a los alimentos: las personas pueden obtener los alimentos apropiados para tener una alimentación nutritiva. Este acceso puede hacerse a través del trueque, del autoconsumo, del acceso a los mercados, de las ayudas alimentarias, etc.

La utilización de los alimentos: define la condición nutricional de los individuos y su salud influenciadas por la calidad alimentaria, en relación con la higiene, el saneamiento, la calidad y la inocuidad de los alimentos, la información nutricional y el uso biológico de los alimentos consumidos.

La estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones anteriores: las crisis económicas, la inestabilidad política o las condiciones climáticas influyen la seguridad alimentaria de las poblaciones. La consolidación en el tiempo de la disponibilidad, del acceso y de la utilización de los alimentos es una necesidad para lograr la seguridad alimentaria.

La principal razón para mantener la seguridad alimentaria es que el suelo no debe perder su productividad. Sin embargo, el cambio climático y el incremento de la población mundial pone en riesgo esta certeza, de acuerdo con un nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

El alza en las temperaturas afecta la seguridad alimentaria y si no se modifican ciertos patrones nocivos de la producción y consumo de alimentos, la escasez de comida podría convertirse en una de las consecuencias más graves del cambio climático. Uno de los factores que está acelerando el incremento de la temperatura es el uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y relacionados. Estas actividades generan el 23 por ciento de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero.

La degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma la capacidad del suelo para absorber carbono. Este efecto acelera el cambio climático, mientras que el cambio climático, a su vez, exacerba la erosión del suelo en diversas formas.

Aproximadamente 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la desertificación. Las regiones de tierra árida son también más vulnerables al cambio climático y los fenómenos de gravedad extrema, como sequías, olas de calor y tormentas de polvo. El aumento de la población mundial no hace otra cosa, sino someter esas zonas a más presión, indica el informe.

3.1 Impactos del cambio climático en la agricultura y el bienestar humano.

Las actividades humanas, y en particular la combustión del petróleo y sus derivados, producen una cantidad considerable de gases de efecto invernadero (GEI), sobre todo de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Estos gases son responsables del calentamiento global. Existen muchas consecuencias del cambio climático, entre otras:

  • El aumento de las temperaturas y las consecuencias asociadas (aumento de los niveles de los océanos, derretimiento de los glaciares).
  • El cambio en los modelos de precipitaciones pluviales.
  • Inundaciones y sequías más frecuentes y más graves.

Estas consecuencias provocan un impacto negativo sobre las actividades de agropecuarias. En efecto, el Centro de Información de las Naciones Unidas (CINU) prevé una disminución de los rendimientos y una alteración de la estacionalidad de varios cultivos, por ejemplo, la cebada, los viñedos, el maíz, las papas, la soja y el trigo. También mayor frecuencia y mayor gravedad de ciertas enfermedades y pestes en las personas, animales y plantas se añadirán a los efectos negativos sobre la producción agropecuaria. Además, el aumento de los niveles de los océanos y el derretimiento de los glaciares disminuyen ya los recursos en agua potable (CINU, 2016; IICA, 2015). Consecuentemente, estos fenómenos afectarán, y ciertos se experimentan ya, en forma negativa a la seguridad alimentaria.

Por otra parte, las actividades de producción agropecuaria, de usos de los bosques y otros usos de tierra son responsables por algo menos de un cuarto de las emisiones de GEI (IICA, 2015). ¿Quién está afectado? El cambio climático afecta a todos. Pero las personas que ya son vulnerables son las más afectadas por el cambio climático. Se trata de los grupos pobres o marginalizados que tienen un acceso limitado a recursos e intercambio de informaciones (FAO, 2013). Las personas pobres son personas que tienen pocos activos y escasas posibilidades de obtener ingresos. Figuran los pequeños agricultores y los campesinos sin tierra en las zonas rurales, mujeres y niños. El cambio climático es uno de los impulsores ambientales que interactúan con los sistemas alimentarios. Afecta a todas las etapas de los sistemas alimentarios: desde la producción de alimentos hasta el consumo, incluido el procesamiento y la distribución.

3.2 Los precios mundiales como un indicador útil de los efectos del cambio climático en la agricultura.

Para entender esto utilizaremos la modelización detallada del crecimiento de cultivos bajo condiciones de cambio climático, con los aportes derivados de un modelo extremadamente detallado de la agricultura mundial, y utiliza dos escenarios para simular el clima futuro. Los resultados de los análisis sugieren que el cambio climático afectará negativamente la agricultura y el bienestar humano:

  • En los países en vías de desarrollo el cambio climático reducirá el rendimiento de los cultivos más importantes. Asia Meridional será particularmente afectada.
  • El cambio climático tendrá diversos efectos en los rendimientos de los cultivos bajo riego en todas las regiones, pero las cosechas de los mismos disminuirán significativamente en Asia Meridional.
  • El cambio climático acarreará aumentos adicionales de precios para los principales cultivos, tales como el arroz, trigo, maíz y soja. Esto implica un aumento en los costos de la alimentación animal, que se traducirá en un aumento de los precios de la carne. Como consecuencia, el cambio climático reducirá ligeramente el crecimiento del consumo de carne y producirá una caída más notable en el consumo de cereales.
Figura 10. Cambio en la temperatura máxima promedio entre 2000 y 2050.
  • La disponibilidad de calorías en 2050 no sólo será menor que en el escenario sin cambio climático, sino que de hecho disminuirá en todo el mundo en vías de desarrollo en relación con los niveles alcanzados en 2000.
  •  Hacia 2050, la disminución en la disponibilidad de calorías incrementará la malnutrición infantil en un 20 por ciento, en relación con lo estimado para un mundo sin cambio climático. El cambio climático eliminará muchas de las mejoras que se alcanzarían en malnutrición infantil en ausencia del mismo.
    Debido a que las simulaciones de cambio climático son intrínsecamente inciertas, se han utilizado dos modelos para simular el clima del futuro utilizando el escenario A25 del Informe sobre la Cuarta Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés): (1) el modelo de NCAR (Centro Nacional de los Estados Unidos para la Investigación Atmosférica, por sus siglas en inglés) y (2) el modelo del CSIRO de Australia (Organización de Investigación Científica e Industrial de la Mancomunidad Británica o “Commonwealth”, por sus siglas en inglés).
Figura 11. Cambio en la precipitación promedio entre 2000 y 2050.

Los precios mundiales son un indicador útil de los efectos del cambio climático en la agricultura. La tabla 1 describe los efectos que tienen los dos escenarios de cambio climático en los precios mundiales de los alimentos, con y sin consideración del efecto fertilización por CO2. También muestra las proyecciones en ausencia de cambio climático.

Tabla 1. Precios mundiales de los alimentos (US/TON métrica) en 2020 a 2050 y cambios porcentuales para cultivos seleccionados y productos pecuarios.

Sin cambio climático, los precios mundiales de los cultivos agrícolas más importantes (arroz, trigo, maíz y soja) aumentarán entre el 2000 y 2050, impulsados por el crecimiento demográfico y de los ingresos, y por la demanda de biocombustibles. Aun sin cambio climático, el precio del arroz aumentará 62 por ciento, 63 por ciento el del maíz, 72 por ciento el de la soja, y 39 por ciento el del trigo. El cambio climático da como resultado aumentos adicionales de los precios que varían de 32 a 37 por ciento para el arroz, 52 a 55 por ciento para el maíz, 94 a 111 por ciento para el trigo, y 11 a 14 por ciento para la soja. Si el efecto fertilización por CO2 de los campos agrícolas fuera efectivo, estos precios serían 10 por ciento menores en 2050.

Las figuras 12 y 13 muestran respectivamente los efectos de los precios mundiales en la producción ganadera y de los principales cereales, suponiendo que no se da el efecto fertilización por CO2.

Figura 12. Precios mundiales, productos pecuarios.
Figura 13. Precios mundiales, cereales principales.

3.3 El uso de la tierra está cambiando

A menudo se piensa que el cambio climático es algo que ocurre en la atmósfera. Después de todo, cuando las plantas realizan la fotosíntesis extraen carbono de la atmósfera. Pero el carbono atmosférico también afecta al suelo, porque el carbono que no se utiliza para el crecimiento de las plantas en superficie se distribuye a través de las raíces y se deposita en la tierra. Si no se altera de algún modo, este carbono puede estabilizarse y permanecer confinado durante miles de años. Por tanto, un suelo sano puede contribuir a mitigar el cambio climático.

En lo que respecta al depósito de carbono, no todos los suelos son iguales. Los suelos más ricos en carbono son las turberas, que se encuentran sobre todo en el norte de Europa, el Reino Unido e Irlanda. El suelo de los pastizales almacena mucho carbono por hectárea, mientras que el suelo de las zonas más calurosas y secas del sur de Europa contiene menos carbono.

3.3.1 El cambio climático ejerce presión sobre el suelo

En algunas partes de Europa, el aumento de las temperaturas puede acarrear un mayor crecimiento de vegetación y un mayor almacenamiento de carbono en el suelo. Sin embargo, las altas temperaturas también podrían incrementar la descomposición y mineralización de la materia orgánica del suelo, reduciendo el contenido de carbono orgánico.

En otras zonas, la materia orgánica contenedora de carbono presente en turberas estables no puede descomponerse debido a los bajos niveles de oxígeno del agua. Si estas zonas se secan, la materia orgánica puede descomponerse rápidamente, liberando dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera.

Ya existen indicios de que el contenido de humedad del suelo se está viendo afectado por el aumento de las temperaturas y los cambios en las pautas de precipitación. Las proyecciones futuras apuntan a que esta tendencia puede continuar, de modo que la humedad del suelo en verano se verá alterada en la mayor parte de Europa entre 2021 y 2050, con importantes descensos en la región mediterránea y algunos incrementos en el nordeste europeo.

La creciente concentración de dióxido de carbono en la atmósfera puede hacer que los microbios del suelo descompongan la materia orgánica más rápidamente, pudiendo liberar todavía más dióxido de carbono. Se estima que la liberación de gases de efecto invernadero del suelo será especialmente importante en el extremo norte de Europa y Rusia, donde la fusión del permafrost puede liberar grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono.

Todavía no está claro cuál será el efecto total, ya que diferentes regiones absorben y emiten diferentes niveles de gases de efecto invernadero. Pero existe un riesgo evidente de que el calentamiento de la atmósfera haga que el suelo libere más gases de efecto invernadero, provocando un círculo vicioso que acelere el cambio climático.

La agricultura y la silvicultura como medio de mantener el carbono bajo tierra. El cambio climático no es el único factor que puede hacer que el suelo pase de ser un sumidero de carbono a una fuente de emisiones. La forma en que utilizamos el suelo también influye en la cantidad de carbono que puede retener el suelo.

Actualmente, la reserva de carbono de los bosques europeos va en aumento, debido a los cambios en la gestión de los bosques y a los cambios del medio ambiente. La mitad de ese carbono está almacenado en suelos forestales. Sin embargo, cuando los bosques se degradan o se talan, el carbono que almacenan se libera y se emite a la atmósfera. En este caso, los bosques pueden convertirse en contribuidores netos de carbono atmosférico.

Es un hecho conocido que labrar la tierra acelera la descomposición y mineralización de la materia orgánica. A fin de mantener el carbono y los nutrientes en la tierra, los investigadores recomiendan reducir la roturación, aplicar rotaciones de cultivos complejas, utilizar los denominados «cultivo de cubierta» y dejar los residuos de las cosechas en la superficie de la tierra. Dejar los residuos de las cosechas en la superficie antes y durante las operaciones de plantación puede contribuir a prevenir el riesgo de erosión del suelo. Esta protección es esencial, dado que unos pocos centímetros de suelo tardan en formarse miles de años. Reduciendo la roturación no se rompe ni se voltea tanto el suelo. Sin embargo, los métodos de roturación reducida o sin labranza suelen ir acompañados de una mayor aplicación de fertilizantes químicos, que pueden tener otros efectos negativos en el medio ambiente.

Del mismo modo, como la agricultura orgánica utiliza estiércol, puede reconstruir el carbono orgánico muy por debajo de la superficie del suelo. La agricultura orgánica tiene la ventaja añadida de reducir los gases de efecto invernadero porque no utiliza fertilizantes químicos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que, en las explotaciones agrarias orgánicas, las emisiones de CO2 por hectárea son entre un 48 % y un 66 % menores que en las explotaciones convencionales.

Resulta interesante observar que algunas formas de producción de biocombustibles pueden reducir de hecho el carbono almacenado en el suelo. Un estudio reciente revela que los biocombustibles elaborados a partir de residuos de maíz pueden incrementar las emisiones totales de gases de efecto invernadero, porque la materia orgánica se quema como combustible en lugar de volver al suelo.

En general, la adopción de prácticas agrícolas y silvícolas apropiadas ofrece un potencial enorme de recuperación del suelo y eliminación del CO2 de la atmósfera.

3.3.2 Protección de las ciudades con el suelo

Tras las cinco inundaciones de aguas lodosas que sufrió en 2002 el pueblo belga de Velm, cerca de Sint-Truiden, los residentes exigieron al ayuntamiento que hiciera algo al respecto. Las inundaciones de aguas lodosas se habían convertido en un problema recurrente en la zona, ya que el agua anegaba los campos desnudos y arrastraba sedimentos. Para resolver este problema, las autoridades pensaron en el suelo como forma de proteger las casas. Adoptaron distintas medidas, como la plantación de cultivos de cubierta en invierno, para evitar que el suelo estuviera descubierto y prevenir así el riesgo de inundación. También dejaron residuos de las cosechas en los campos para reducir la erosión. Este tipo de medidas destinadas a restaurar los sistemas naturales han logrado prevenir las inundaciones lodosas desde 2002 hasta el momento actual, a pesar de que se han producido varios episodios de lluvia intensa.

La regulación y prevención de las inundaciones es tan solo uno de los servicios vitales que presta un suelo sano. Quizá dependamos cada vez más de este servicio cuando episodios meteorológicos extremos como las inundaciones se hagan más frecuentes y graves.

La calidad del suelo determina el modo en que nos afecta el cambio climático de muchas otras formas. Un suelo permeable también puede servir como protección contra las olas de calor, almacenando grandes cantidades de agua y manteniendo las temperaturas bajas. Esto último resulta especialmente importante en las ciudades, donde las superficies duras (sellado del suelo) pueden crear el «efecto isla de calor».

Varias ciudades europeas intentan hacer uso de estas funciones del suelo. Por ejemplo, el Parque de Gomeznarro, en Madrid, se restauró para incluir nuevas superficies permeables, vegetación y almacenamientos de agua subterránea. Esta solución se ha reproducido en otras partes de Madrid y de España.

3.3.3 Restauración de los ecosistemas

Las últimas evidencias son claras: restaurar ecosistemas puede ayudar a secuestrar el carbono de la atmósfera. Por ejemplo, la recuperación de turberas ha demostrado ser una medida acertada contra la pérdida de carbono orgánico que genera la explotación de la turba como fuente de energía. La forma más rápida de incrementar el carbono orgánico en las tierras agrarias es convertir las tierras de cultivo en pastizales, según un estudio del Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea.

Por desgracia, algunas tendencias recientes parecen ir en la dirección contraria. Entre 1990 y 2012 se redujo la superficie ocupada por tierras cultivables, cultivos permanentes, pastos y vegetación seminatural en Europa. Más concretamente, la «ocupación del suelo» en Europa produjo una pérdida del 0,81 % de la capacidad productiva de las tierras cultivables debido a la transformación de campos en zonas urbanas, carreteras y otras infraestructuras entre 1990 y 2006. Estos proyectos de urbanización suelen sellar el suelo con una capa impermeable.

Al margen de cuestiones relativas a la seguridad alimentaria, se ha reducido la capacidad de Europa para almacenar carbono orgánico, prevenir inundaciones y mantener las temperaturas bajas.

Si se gestiona correctamente, el suelo puede ayudarnos a reducir los gases de efecto invernadero y a adaptarnos a los peores efectos del cambio climático. Pero si no nos preocupamos por el suelo, podemos agravar rápidamente los problemas relacionados con el cambio climático.

Figura 14. El suelo y el Cambio Climático.

3.4 Impactos del uso de productos xenobióticos, para el control de plagas, en los seres vivos

El término «plaguicida» es una palabra compuesta que comprende todos los productos químicos utilizados para destruir las plagas o controlarlas. En la agricultura, se utilizan herbicidas, insecticidas, fungicidas, nematocidas y rodenticidas.

Un factor decisivo de la Revolución Verde ha sido el desarrollo y aplicación de plaguicidas para combatir una gran variedad de plagas insectívoras y herbáceas que, de lo contrario, disminuirían el volumen y calidad de la producción alimentaria. El uso de plaguicidas coincide con la «era química», que ha transformado la sociedad desde el decenio de 1950.

En lugares donde se practica el monocultivo intensivo, los plaguicidas constituyen el método habitual de lucha contra las plagas. Por desgracia, los beneficios aportados por la química han ido acompañados de una serie de perjuicios, algunos de ellos tan graves que ahora representan una amenaza para la supervivencia a largo plazo de importantes ecosistemas, como consecuencia de la perturbación de las relaciones depredador-presa y la pérdida de biodiversidad. Además, los plaguicidas pueden tener importantes consecuencias en la salud humana. Si bien el uso de productos químicos en la agricultura se reduce a un número limitado de compuestos, la agricultura es una de las pocas actividades donde se descargan deliberadamente en el medio ambiente productos químicos para acabar con algunas formas de vida.

El uso agrícola de plaguicidas es un subconjunto del espectro más amplio de productos químicos industriales utilizados en la sociedad moderna. Según la base de datos de la American Chemical Society, en 1993 se habían identificado más de 13 millones de productos químicos, a los que se sumaban cada año unos 500 000 nuevos compuestos.

En los Grandes Lagos de América del Norte, por ejemplo, la International Joint Commission ha estimado que hay más de 200 productos químicos que pueden provocar problemas en el agua y en los sedimentos del ecosistema de los Grandes Lagos. Como en la carga ambiental de productos químicos tóxicos figuran compuestos tanto agrícolas como no agrícolas, es difícil separar los efectos ecológicos y sanitarios de los plaguicidas y los debidos a compuestos industriales que de forma intencionada o accidental se liberan en el medio ambiente. No obstante, hay pruebas abrumadoras de que el uso agrícola de los plaguicidas tiene importantes efectos en la calidad del agua y provoca serias consecuencias ambientales.

Tabla 2. Cronología del desarrollo de los plaguicidas (Stephenson y Solomon, 1993)

Aunque el número de plaguicidas utilizados es muy elevado, la utilización más abundante suele estar asociada a un pequeño número de productos. En un estudio reciente efectuado en las provincias agrícolas occidentales del Canadá, donde se utilizan habitualmente unos 50 plaguicidas, el 95 % del total de la aplicación de éstos corresponde a nueve herbicidas concretos (Bikholz, comunicación personal, 1995; en…). Aunque el uso de plaguicidas es entre escaso y nulo en la agricultura tradicional y de subsistencia de África y Asia, los efectos en el medio ambiente, la salud pública y calidad del agua debidos a una utilización inadecuada y excesiva de plaguicidas están ampliamente documentados. En Lituania (FAO, 1994), si bien la contaminación debida a plaguicidas ha disminuido debido a factores económicos, se dan casos frecuentes de contaminación del agua por plaguicidas como consecuencia del almacenamiento y distribución inadecuados de los productos agroquímicos.

En los Estados Unidos, en el Estudio Nacional de Plaguicidas de US-EPA se comprobó que el 10,4 % de los pozos comunitarios y el 4,2 % de los pozos rurales contenían niveles detectables de uno o más plaguicidas (US-EPA, 1992). En un estudio sobre los pozos de agua subterránea en el Ontario sudoccidental agrícola (Canadá), el 35 % de los pozos dieron positivo en las pruebas de plaguicidas al menos en una ocasión (Lampman, 1995). Los efectos de los plaguicidas en la calidad del agua están asociados a los siguientes factores:

  • Ingrediente activo en la formulación de los plaguicidas.
  • Contaminantes que existen como impurezas en el ingrediente activo.
  • Aditivos que se mezclan con el ingrediente activo (humectantes, diluyentes o solventes, aprestos, adhesivos, soluciones reguladoras, conservantes y emulsionantes).
  • Producto degradado que se forma durante la degradación química, microbiana o fotoquímica del ingrediente activo.

Los plaguicidas se utilizan también abundantemente en la silvicultura. En algunos países, como el Canadá, donde uno de cada diez empleos está relacionado con la industria forestal, la lucha contra las plagas forestales, especialmente los insectos, se considera una actividad fundamental. Los insecticidas se aplican con frecuencia en grandes superficies mediante pulverizaciones aéreas.

La agricultura de regadío, especialmente en medios tropicales y subtropicales, requiere normalmente la modificación del régimen hidrológico, lo que a su vez crea un hábitat que es propicio a la reproducción de insectos, como los mosquitos, causantes de una gran variedad de enfermedades transmitidas por vectores. Además de los plaguicidas utilizados en las actividades ordinarias de la agricultura de regadío, la lucha contra las enfermedades transmitidas por vectores puede requerir una aplicación adicional de insecticidas, como el DDT, que tienen graves y amplias consecuencias ecológicas. A fin de resolver este problema, en muchos proyectos de riego se están desarrollando y experimentando métodos de ordenación ambiental para la lucha anti vectorial (FAO, 1984).

3.4.1 Efectos de los plaguicidas en la salud humana

Quizá el ejemplo regional de mayor alcance de contaminación por plaguicidas y su repercusión en la salud humana es el de la región del Mar Aral (tabla 3). El PNUMA (1993) vinculó los efectos de los plaguicidas al «nivel de morbilidad oncológica (cáncer), pulmonar y hematológica, así como a las deformidades congénitas y deficiencias del sistema inmunitario».

Tabla 3. Los efectos en la salud humana son provocados por los siguientes medios.

Los trabajadores agrícolas están sometidos a especiales riesgos asociados a la inhalación y contacto a través de la piel durante la preparación y aplicación de plaguicidas a los cultivos. No obstante, para la mayoría de la población, un vehículo importante es la ingestión de alimentos contaminados por plaguicidas. La degradación de la calidad del agua por la escorrentía de plaguicidas tiene dos efectos principales en la salud humana.

El primero es el consumo de pescado y mariscos contaminados por plaguicidas; este problema puede revestir especial importancia en las economías pesqueras de subsistencia que se encuentran aguas abajo de importantes zonas agrícolas. El segundo es el consumo directo de agua contaminada con plaguicidas. La OMS (1993) ha establecido directrices para el agua potable en relación con 33 plaguicidas.

Muchos organismos encargados de la protección de la salud y el medio ambiente han establecido valores de «ingesta diaria admisible» (IDA), que indican la ingestión máxima diaria admisible durante la vida de una persona sin riesgo apreciable para su salud. Por ejemplo, en un estudio reciente de Wang y Lin (1995) sobre fenoles sustituidos, se comprobó que la tetraclorohidroquinona, metabolito tóxico del biocida pentaclorofeno, producía en el «DNA daños significativos y dependientes de la dosis».

3.4.2 Efectos ecológicos de los plaguicidas

Los plaguicidas se incluyen en una gran variedad de microcontaminantes orgánicos que tienen efectos ecológicos. Las distintas categorías de plaguicidas tienen diferentes tipos de repercusión en los organismos vivos, por lo que es difícil hacer afirmaciones generales. Aunque los plaguicidas tienen sin duda efectos en la superficie terrestre, el principal medio de daños ecológicos es el agua contaminada por la escorrentía de los plaguicidas. Los dos mecanismos más importantes son la bioconcentración y la bioampliación.

Bioconcentración: Se trata del movimiento de un producto químico desde el medio circundante hasta el interior de un organismo. El principal «sumidero» de algunos plaguicidas es el tejido graso («lípidos»). Algunos plaguicidas, como el DDT, son «lipofílicos», lo que quiere decir que son solubles y se acumulan en el tejido graso, como el tejido comestible de los peces y el tejido graso humano. Otros plaguicidas, como el glifosato, se metabolizan y eliminan a través de las excreciones.

Bioampliación: Con este término se designa la concentración creciente de un producto químico a medida que la energía alimentaria se transforma dentro de la cadena trófica. En la medida en que los organismos pequeños son devorados por los mayores, la concentración de plaguicidas y otros productos químicos se amplía de forma considerable en el tejido y en otros órganos. Pueden observarse concentraciones muy elevadas en los depredadores que se encuentran en el ápice de esa cadena, incluido el ser humano.

Los efectos ecológicos de los plaguicidas (y otros contaminantes orgánicos) son muy variados y están con frecuencia interrelacionados. Se considera que los efectos producidos en los organismos y en el medio ambiente constituyen una advertencia de las posibles repercusiones en la salud humana. Los principales tipos de efectos son los que se enumeran a continuación y varían según el organismo sometido a investigación y el tipo de plaguicida.

Los distintos plaguicidas provocan efectos muy diferentes en la vida acuática, por lo que es difícil formular afirmaciones de alcance general. Lo importante es que muchos de estos efectos son crónicos (no letales), pasan con frecuencia desapercibidos al observador superficial, y sin embargo, tienen consecuencia en toda la cadena trófica. Esos efectos son los siguientes:

  • Muerte del organismo.
  • Cánceres, tumores y lesiones en peces y animales.
  • Inhibición o fracaso reproductivo
  • Supresión del sistema inmunitario.
  • Perturbación del sistema endocrino (hormonal).
  • Daños celulares y en el ADN.
  • Efectos teratogénicos (deformidades físicas, como las que se observan en el pico de algunas aves).
  • Problemas de salud en los peces revelados por el bajo coeficiente entre células rojas y blancas, el exceso de mucílago en las escamas y agallas de los peces, etc.
  • Efectos intergeneracionales (que sólo se observarán en las generaciones futuras del organismo).
  • Otros efectos fisiológicos, como disminución del grosor de la cáscara de los huevos.

Estos efectos no son causados necesariamente ni de forma exclusiva por la exposición a los plaguicidas u otros contaminantes orgánicos, pero pueden estar asociados a una combinación de presiones ambientales, como la eutrofización, y agentes patógenos. Estas presiones asociadas no tienen que ser necesariamente muy fuertes para provocar un efecto sinérgico con los micro contaminantes orgánicos.

Los efectos ecológicos de los plaguicidas van más allá de los organismos individuales y pueden afectar a los ecosistemas. Según estudios realizados en Suecia, la aplicación de plaguicidas es uno de los factores que más influyen en la biodiversidad. Jonsson et al. (1990) informan que el continuado descenso de la población de perdices suecas está vinculada a los cambios en el aprovechamiento de la tierra y a la utilización de medios químicos de lucha contra las malas hierbas. Estos últimos tienen el efecto de reducir el hábitat, disminuir el número de especies de malas hierbas y desplazar el equilibrio de especies en la comunidad vegetal.

Los estudios realizados en Suecia revelan también la influencia de los plaguicidas en la fertilidad de los suelos, incluyendo la inhibición de la nitrificación con la consiguiente merma de la fijación de oxígeno por las plantas (Torstensson, 1990). En esos estudios se indica también que los plaguicidas influyen negativamente en los microorganismos del suelo que son causantes de la degradación microbiana de la materia vegetal (y de algunos plaguicidas) y de la estructura del suelo.

3.4.3 Factores naturales que provocan la degradación de los plaguicidas

Además de las reacciones químicas y fotoquímicas, hay dos mecanismos biológicos principales que son causa de degradación de los plaguicidas. Son los siguientes:

1) procesos microbiológicos que se desarrollan en los suelos y en el agua

2) metabolismo de los plaguicidas ingeridos por organismos como parte de su suministro alimentario.

Si bien ambos procesos son beneficiosos en el sentido de que se reduce la toxicidad de los plaguicidas, los procesos metabólicos causan ciertamente efectos negativos, por ejemplo, en los peces. La energía utilizada para metabolizar los plaguicidas y otras sustancias xenobióticos (productos químicos externos) no puede utilizarse para otras funciones corporales, lo que puede limitar gravemente el crecimiento y reproducción del organismo.

Tabla 4. Proporción de algunos plaguicidas que se encuentran en asociación con sedimentos en suspensión (según Ongley et al., 1992).

Degradación de los plaguicidas en el suelo

Muchos plaguicidas se disipan rápidamente en los suelos. Se trata de un proceso de mineralización y el resultado es la conversión del plaguicida en compuestos más simples, como H2O, CO2 y NH3. Si bien parte de este proceso es resultado de reacciones químicas, por ejemplo, hidrólisis y fotólisis, el principal instrumento de mineralización es el metabolismo y catabolismo microbiológico. La microbiota del suelo utiliza los plaguicidas como fuente de carbono y otros nutrientes.

3. 5 LA ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO

La agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático. El aumento de las temperaturas termina por reducir la producción de los cultivos deseados, a la vez que provoca la proliferación de malas hierbas y pestes.

Los cambios en los regímenes de lluvias aumentan las probabilidades de fracaso de las cosechas a corto plazo y de reducción de la producción a largo plazo. Aunque algunos cultivos en ciertas regiones del mundo puedan beneficiarse, en general se espera que los impactos del cambio climático sean negativos para la agricultura, amenazando la seguridad alimentaria mundial. Probablemente las más afectadas sean las poblaciones de los países en vías de desarrollo, desde ya vulnerables y presas de la inseguridad alimentaria. En 2005, casi la mitad de la población económicamente activa de los países en vías de desarrollo (dos mil quinientos millones de personas) dependía de la agricultura para asegurar sus medios de vida. A la fecha, el 75 % de los pobres del mundo viven en áreas rurales.

Este Informe sobre Política Alimentaria presenta los resultados de una investigación que cuantifica los impactos del cambio climático mencionados anteriormente, evalúa sus consecuencias sobre la seguridad alimentaria, y estima el monto de las inversiones que podrían compensar las consecuencias negativas del cambio climático en el bienestar humano.

El presente análisis reúne, por vez primera, la modelización detallada del crecimiento de cultivos bajo condiciones de cambio climático, con los aportes derivados de un modelo extremadamente detallado de la agricultura mundial, y utiliza dos escenarios para simular el clima futuro.

Los resultados de los análisis sugieren que:
• En los países en vías de desarrollo el cambio climático reducirá el rendimiento de los cultivos más importantes. Asia Meridional será particularmente afectada.
• El cambio climático tendrá diversos efectos en los rendimientos de los cultivos bajo riego en todas las regiones, pero las cosechas de los mismos disminuirán significativamente en Asia Meridional.
• El cambio climático acarreará aumentos adicionales de precios para los principales cultivos, tales como el arroz, trigo, maíz y soja. Esto implica un aumento en los costos de la alimentación animal, que se traducirá en un aumento de los precios de la carne. Como consecuencia, el cambio climático reducirá ligeramente el crecimiento del consumo de carne y producirá una caída más notable en el consumo de cereales.
• La disponibilidad de calorías en 2050 no sólo será menor que en el escenario sin cambio climático, sino que de hecho disminuirá en todo el mundo en vías de desarrollo en relación con los niveles alcanzados en 2000.

• Hacia 2050, la disminución en la disponibilidad de calorías incrementará la malnutrición infantil en un 20 por ciento, en relación con lo estimado para un mundo sin cambio climático. El cambio climático eliminará muchas de las mejoras que se alcanzarían en malnutrición infantil en ausencia del mismo.

• Por lo tanto, es necesario invertir agresivamente unos US$7,1 – 7,3 miles de millones en mejorar la productividad agrícola para así aumentar suficientemente el consumo de calorías de manera que se compensen los impactos negativos del cambio climático en la salud y bienestar de la niñez.

Como resultado del presente análisis se sugiere las siguientes recomendaciones para políticas y programas. Dada la incertidumbre actual sobre los efectos que el cambio climático tendrá en lugares específicos, las políticas y programas de desarrollo de buena calidad constituyen las mejores inversiones para la adaptación al cambio climático. Una agenda de desarrollo a favor del crecimiento y de los pobres que apoye la sostenibilidad agrícola contribuye también a la seguridad alimentaria y a la adaptación al cambio climático en los países en vías de desarrollo.

La adaptación al cambio climático resulta más viable cuando las personas tienen más recursos y operan en un entorno económico flexible y receptivo. Incluso sin cambio climático, es necesario realizar mayores inversiones en ciencia y tecnología agrícola para cubrir la demanda de una población mundial que podría alcanzar 9 mil millones de habitantes en 2050. Muchas de estas personas vivirán en el mundo en vías de desarrollo, tendrán mayores ingresos y desearán una dieta más variada. Las soluciones basadas en la ciencia y tecnología agrícolas son esenciales para satisfacer dichas exigencias.

El cambio climático presenta retos nuevos y más exigentes a la productividad agrícola. Una investigación que permita repotenciar la productividad agrícola y pecuaria, incluida la biotecnología, será esencial para sobreponerse a la tensión causada por el cambio climático. Se necesitan cultivos y ganaderías que tengan un éxito razonable en un rango relativamente amplio de condiciones de producción, en lugar de los que puedan tener mucho éxito, pero en un conjunto limitado de condiciones climáticas. Para reducir las emisiones de metano es necesario investigar cambios en las dietas del ganado para consumo y en las prácticas de irrigación de cultivos.

Una de las lecciones clave de la Revolución Verde es que la mejora de la productividad agrícola, aunque no esté dirigida a los sectores más pobres, puede ser un poderoso mecanismo de alivio indirecto de la pobreza por medio de la creación de empleos y de la reducción del precio de los alimentos. Los aumentos de la productividad que mejoren la resiliencia de los agricultores ante las presiones del cambio climático tendrán probablemente efectos similares en la reducción de la pobreza.

La infraestructura rural es esencial para que los agricultores aprovechen las mejoras en variedades de cultivos y técnicas de manejo. Los mayores rendimientos y áreas de cultivo requieren que se mantenga y expanda la red de carreteras rurales para así aumentar el acceso a los mercados y reducir los costos de transacción. También se necesita invertir en infraestructura de riego, en especial para aumentar la eficiencia en el uso del agua, aunque cuidándose de evitar inversiones en lugares donde sea probable que disminuya la disponibilidad del agua.

Es necesario invertir en científicos de laboratorio y en la infraestructura que ellos requieren. Las alianzas con otros sistemas nacionales y centros internacionales son parte de la solución. También es esencial la colaboración con agricultores locales, proveedores de insumos, comerciantes y grupos de consumidores para el desarrollo y diseminación efectivos de técnicas y cultivares rentables y localmente apropiados que ayuden a revitalizar las comunicaciones entre los agricultores, científicos y otros actores interesados en confrontar los retos del cambio climático.

Dentro de los países, los programas de extensión pueden desempeñar un papel clave en el intercambio de información al transferir tecnologías, facilitar la interacción, fortalecer las capacidades de los agricultores y promover entre ellos la conformación de sus propias redes.

Los servicios de extensión que abordan específicamente la adaptación al cambio climático incluyen la diseminación de cultivares locales de variedades resistentes a la sequía, la capacitación en sistemas mejorados de manejo, y la recopilación de información que facilite el trabajo de investigación nacional. Las organizaciones de agricultores pueden ser un mecanismo apropiado de intercambio de información y pueden brindar enlaces costo-efectivos entre los esfuerzos del gobierno y las actividades de los agricultores.

El cambio climático tendrá consecuencias dramáticas en la agricultura. No obstante, existe una gran incertidumbre sobre dónde se producirán los efectos más fuertes. Esta incertidumbre hace más difícil la puesta en marcha de políticas para combatir los efectos del cambio climático. Se deben reforzar los esfuerzos globales de recopilación y difusión de información sobre la naturaleza espacial de la agricultura.

La observación regular y reiterada de la superficie terrestre mediante teledetección es fundamental. Se debería aumentar la financiación de los programas nacionales de estadística de manera que éstos puedan monitorear el cambio global. Lograr una comprensión suficiente de las interacciones entre la agricultura y el clima para apoyar las actividades de adaptación y mitigación relacionadas con el uso de la tierra requiere mejoras significativas en la recopilación, difusión y análisis de la información. Las negociaciones internacionales sobre el clima brindan a los gobiernos y organizaciones de la sociedad civil la oportunidad de proponer acciones prácticas sobre la adaptación en la agricultura.

El cambio climático presentará retos inmensos a los esfuerzos de seguridad alimentaria. Por tal motivo, cualquier actividad que brinde apoyo a la adaptación agrícola también mejorará la seguridad alimentaria. En cambio, cualquier cosa que mejore la seguridad alimentaria brindará a los pobres, especialmente a los pobres de las áreas rurales, recursos que los ayudarán a adaptarse al cambio climático. La productividad agropecuaria, el acceso al mercado y los efectos del clima son en gran medida específicos a determinados lugares. Las agencias internacionales de desarrollo y los gobiernos nacionales deberían esforzarse para asegurar que el apoyo técnico, financiero y de fortalecimiento de capacidades llegue hasta las comunidades locales. También se debería alentar la participación comunal en los procesos nacionales de planificación de la adaptación.

Las estrategias comunitarias de adaptación pueden ayudar a las comunidades rurales a reforzar su capacidad de sobrellevar desastres, mejorar sus habilidades de administración de tierras y diversificar sus medios de vida.

Aunque las políticas y estrategias nacionales de adaptación son importantes, la implementación de estas estrategias a nivel local representará la prueba última de la efectividad de la adaptación. Se requieren al menos US$ 7 mil millones anuales de fondos adicionales para financiar las inversiones requeridas en investigación, infraestructura rural e irrigación para contrarrestar los efectos negativos del cambio climático en el bienestar humano. La mezcla de inversiones difiere según las regiones: África Sub-Sahariana requiere la mayor inversión global, así como una proporción mayúscula de las inversiones en carreteras; América Latina requiere inversiones en investigación agrícola, y Asia, en mejoras en la eficiencia del riego.

La investigación que subyace a este informe brinda estimaciones detalladas sobre los impactos del cambio climático en la producción, consumo, precios y comercio agrícolas, y proyecta además los posibles costos de adaptación. En ella se utiliza un modelo de proyección de la oferta y demanda agrícola mundial (IMPACT 2009) vinculada a un modelo biofísico (DSSAT) que estima el impacto del cambio climático en cinco cultivos importantes: arroz, trigo, maíz, soja y cacahuetes (maní).

El informe evalúa los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria y el bienestar humano utilizando dos indicadores: el consumo per cápita de calorías y las cifras de malnutrición infantil. Se estima también el costo de las inversiones requeridas (en tres fuentes primarias de mejora de la productividad agrícola: la investigación agrícola, los caminos rurales y la irrigación) para reajustar estos dos indicadores desde sus niveles estimados en 2050 con cambio climático a sus valores en 2050 sin cambio climático. En otras palabras, este informe aísla los efectos del cambio climático sobre el bienestar futuro e identifica sólo los costos de compensación por el cambio climático.

3.6 Fortalecimiento de la cooperación y la detección temprana.

De forma progresiva y desde hace 40 años, el medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y la cooperación internacional estrechan lazos cada vez más importantes y aparecen en las agendas políticas, sociales e institucionales íntimamente relacionados. En la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, que tuvo lugar en Estocolmo en 1972 y que marca el inicio de la saga de las conferencias internacionales sobre medio ambiente, aparece por primera vez en un documento internacional una clara vinculación:

 Entre el medio ambiente y la cooperación al desarrollo. En el punto 7 del
preámbulo, los países firmantes manifiestan que se requiere la cooperación internacional con el objeto de allegar recursos que ayuden a los países en desarrollo a cumplir su cometido en esta esfera» (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, 1972).

 Entre las actividades humanas y el clima al recomendar que «los gobiernos tengan presentes las actividades en las que exista un riesgo aceptable de efectos sobre el clima» La preocupación creciente acerca del calentamiento mundial originó la primera Conferencia Mundial sobre el Clima, que tuvo lugar en Ginebra en febrero de 1979. Esta conferencia concluyó que las emisiones de dióxido de carbono antropogénico pueden tener un efecto a largo plazo sobre el clima.

Al año siguiente se estableció el Programa Mundial sobre el Clima (PMC), proporcionando el marco de referencia para la cooperación internacional en investigación y la plataforma para identificar las cuestiones climáticas más importantes.

A su vez el informe Brundtland (CMMAD, 1988) hace referencia al cambio climático como uno de los problemas clave del futuro de la humanidad y apunta a la cooperación internacional –principalmente desde los Estados y organizaciones internacionales como un objetivo central planteado desde 1983 por la Comisión sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas. Sin embargo, va más allá y recomienda aumentar la ayuda directa a las organizaciones no gubernamentales por su capacidad, a través de proyectos comunitarios, de suministrar servicios básicos y de alcanzar a las personas más pobres.

Con la creación, en 1990, del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (GIECC de ahora en adelante), la cooperación científica internacional da un salto cualitativo. Asimismo, el GIECC a través de sus informes, juega desde este momento un papel decisivo para la concienciación en torno a las relaciones entre actividad humana y cambio climático, y la necesidad de una acción mundial concertada. Fruto de todos estos trabajos, en 1992 en torno a la Cumbre de la Tierra en Río, se firma la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (CMNUCC; Naciones Unidas, 1992).

La Convención Marco sobre el cambio climático centra su foco en la lucha contra el cambio climático. Tiene un objetivo último: «la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenicas peligrosas en el sistema climático». Para lograrlo, reconoce que «la naturaleza mundial del cambio climático requiere la cooperación más amplia posible de todos los países y su participación en una respuesta internacional efectiva y apropiada, de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas, sus capacidades respectivas y sus condiciones sociales y económicas».

La cooperación internacional de los estados y organizaciones intergubernamentales puede ser científica o técnica, a través de proyectos de desarrollo, investigación científica, distribución de recursos financieros, fortalecimiento de las instituciones nacionales e intercambio de expertos. Se centra en los objetivos específicos siguientes:

  • Reducción de emisiones antropogénico de gases de efecto invernadero.
  • Conservación y reforzamiento de los sumideros y depósitos de todos los gases de efecto invernadero.
  • Preparativos para la adaptación a los impactos del cambio climático.
  • Observación sistemática y establecimiento de archivos de datos relativos al sistema climático.
  • Educación, capacitación y sensibilización del público sobre el cambio climático.

En la línea del informe Bruntdland, la Convención también incluye la cooperación del sector no gubernamental indicando que:

  • Los países firmantes tendrán que estimular la participación más amplia posible en ese proceso de lucha contra el cambio climático, incluida la de las organizaciones no gubernamentales.
  • La Conferencias de las Partes 3 «solicitará, cuando corresponda, los servicios y la cooperación de las organizaciones internacionales y de los órganos intergubernamentales y no gubernamentales competentes y utilizará la información que éstos le proporcionen».

El Protocolo de Kioto, adoptado el 11 de diciembre de 1997 y que entró en vigor el 16 de febrero de 2005 con la firma de Rusia, profundiza la Convención de 1992 y da un paso cualitativo más al fijar un objetivo de reducciones para los países desarrollados de cara al año 2012. De hecho, la Convención de 1992 no especifica cuáles deberían ser los niveles de concentración, ni en qué plazo de tiempo deben alcanzarse. El Protocolo de Kioto es el instrumento legal que establece, por primera vez, un compromiso específico de limitación de emisiones netas de gases de efecto invernadero para los principales países desarrollados y con economías en transición: 8 % de reducción a nivel mundial en comparación con 1990, 5% de reducción a nivel europeo y un máximo de 15 % de aumento para España.

A nivel de la cooperación internacional, el Protocolo de Kioto introduce los ‘mecanismos de flexibilidad’ a través de las tres herramientas siguientes: el Comercio de Emisiones (CE), el Mecanismo de Aplicación Conjunta (AC) y el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) (artículos 17, 6, y 12). Los MDL y AC se denominan ‘mecanismos basados en proyectos’, debido a que las unidades de reducción de las emisiones resultan de la inversión en proyectos encaminados a la reducción de emisiones por las fuentes o al incremento de su absorción por los sumideros.

En particular, los MDL sientan las bases y criterios de un nuevo flujo de cooperación Norte-Sur en torno al cambio climático. De este modo, sus funcionamientos inspiran a los Mercados Voluntarios de Carbono que, de forma paralela, permiten que entidades que no están obligadas por el Protocolo de Kioto, compensen sus emisiones en proyectos que reduzcan o A la hora de integrar el cambio climático dentro de la cooperación al desarrollo, es importante establecer una visión estratégica a largo plazo para que luego se establezcan medidas y acciones que permitan alcanzar este objetivo.

En este marco, los diferentes agentes que han participado en los proyectos piloto y proceso participativo han reflexionado sobre la construcción de escenarios deseable y estrategias para que:
• La cooperación al desarrollo sea una herramienta de lucha contra el cambio climático.

• El cambio climático se incorpore de manera efectiva en los instrumentos de la Cooperación al desarrollo.

• Que favorezca el empoderamiento de las mujeres y la puesta en el centro de la sostenibilidad de la vida.

Para ello, se ha utilizado una metodología basada en un escenario de futuro (o EASW) cuyo objetivo es definir:

1. Una visión compartida a medio-largo plazo de una situación deseable, incluyendo aspectos positivos, pero también negativos y obstáculos.
2. Partiendo de este marco común definido, se elabora una lista de propuestas que procuren alcanzar los aspectos positivos de la visión y evitar o resolver los aspectos negativos.

Es necesario recordar que la cooperación al desarrollo se enmarca dentro de los objetivos institucionales mínimos de lucha contra el cambio climático a nivel internacional que a su vez pueden ser más ambiciosos según la propia política de la organización:
A nivel mundial:

a) Reducción del 5,2 % respecto a 1990 para el periodo 2008-2012.
b) Reducción del 25-40 % para los países industrializados, es decir, un aumento de menos de 2 grados de la temperatura media respecto a niveles preindustriales (Cancún, 2010).
c) Para 2050, un 50 % de reducción global, un 90 % para los países del Norte.

A nivel europeo: reducción del 8 % en 2012 y un 20 % en 2020 respecto a 1990. En España: aumento del 15 % respecto a 1990 en 2012.

CONCLUSIONES

  • La prevención y la aplicación estricta de las medidas fitosanitarias son la forma más eficaz de combatir la enfermedad.
  • Las prácticas agrícolas cambiarán a medida que el clima cambie. Las fechas de siembra, el uso de cultivares y los lugares de plantación ya están en marcha y se volverán más pronunciados a medida que aumente la tasa de calentamiento climático. Nuestros resultados sugieren que los agricultores tendrán que hacer cambios adicionales, como la introducción de nuevas rotaciones de cultivos, para mantener los rendimientos frente al aumento de la presión de las plagas de insectos.
  • Es indiscutible que, en el momento menos esperado, a causa de los efectos del cambio climático, nuevas enfermedades surgirán con grado potencialmente dañinos para el hombre, las plantas o lo animales. Aun cuando día a día se dan prometedores avances en método para el manejo de plagas, estamos distantes de que estos métodos no afecten nuestro entorno natural.
  • Si no reducimos los gases de efecto invernadero de manera inmediata, sobrepasaremos nuestra capacidad de adaptación al cambio climático en la segunda mitad de este siglo. El IPCC ha dejado claro que la adaptación por sí sola no será suficiente.

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